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“La materia orgánica es un elemento clave (estiércol de vaca o gallina), pues mejora la retención de agua, aumenta la capacidad de intercambio catiónico, es decir, la disponibilidad de los nutrientes; sin embargo, a escala empresarial, al analizar su composición, vemos que no aportan toda la cantidad de nutrientes que el cultivo requiere”, señaló Franco.
Tener un buen arranque
“Considerando la etapa inicial, puede ser un producto con un valor alto en fósforo en la fertilización base, pues asegura concentración homogénea de nutrientes, una granulometría regular que garantiza una distribución uniforme del producto, además de presencia de los macronutrientes primarios (nitrógeno, fósforo y potasio NPK)”.
Fertilización antes y durante
“Pero la fertilización en horticultura no termina en el momento de la siembra, la fertilización base debe ser complementada con el fertirriego. Esta es una técnica que aplica fertilizantes con el agua de riego valiéndose de equipamiento como los inyectores Venturi.
Pueden ser sólidos o líquidos. Si son productos hidrosolubles, debemos controlar la concentración del fertilizante en el agua de riego, como norma general, 1 gramo de fertilizante por litro de agua de riego aplicado”, confirmó el profesional.
Bioestimulantes foliares
“Todo lo que se aplique por vía foliar tiene una acción más rápida, de ahí que la acción de aminoácidos o productos que contengan extracto de algas se evidencia en forma mucho más rápida, por eso recurrimos a su aplicación ante un estrés abiótico, como temperaturas extremas, aplicación de defensivos, etc. Además, muchas veces estos bioestimulantes aportan nutrientes (NPK, Ca, B y otros micronutrientes)”.
Planta sana, ahorro en productos
“En relación a cuánto ayuda una buena nutrición de la planta, en forma genérica podemos decir que el daño o incidencia varía de 1/3 a 1/4 al comparar plantas bien nutridas con plantas que tengan algún tipo de deficiencia, dependiendo del nutriente y la enfermedad o plaga considerada”, finalizó.