Nunca tuvo el mallorquín una entrada en materia en la tierra batida parisiense más sencilla de la que vivió hoy en la pista Suzanne Lenglen. Tan fácil que no sirve para sacar ninguna conclusión. “Estoy muy contento de estar aquí en Roland Garros otra vez. Este es el torneo más importante de mi carrera y es muy emocionante para mi”, aseguró, en francés, el español, aclamado por ello por el público.
Nadal destacó la importancia de los primeros partidos y se mostró “muy contento” de haber ganado en tres sets. “Voy a poder descansar mañana y preparar la siguiente ronda”, dijo. Groth, 100 del mundo a sus 28 años, conocido por tener el récord de velocidad en el servicio, hizo acto de figuración en la pista y apenas opuso resistencia.
Sobre la arcilla, donde solo ha ganado un partido de cinco, su servicio se reveló como un arma de fogueo y sus continuas subidas a la red un coladero para el juego de Nadal, poco acostumbrado a rivales de esa entidad. El australiano multiplicó los errores, hasta 28 acumuló en el encuentro.
La victoria 71 de Nadal en París no pasará a los anales de la historia por su belleza, ni por su sutileza técnica o táctica. Solo porque fue uno de sus debuts más fáciles en un Grand Slam. En París hizo recordar al de 2014 contra el estadounidense Robby Ginepri. Entonces, en una jornada que amenazaba lluvia, el mallorquín se dio prisa para pasar el trámite contra el 246 del mundo, que duró 1 hora y 42 minutos y que acabó con un contundente 6-0, 6-3 y 6-0.
El duelo frente a Groth tuvo la misma historia, la de un tenista sin movilidad, tosco en los golpes e incómodo en una pista lenta. Apenas hizo emplearse a un Nadal que buscaba sensaciones, aunque el español no estará descontento de haber superado sin problemas su debut, un asunto siempre espinoso.