Nacido el 3 de marzo de 1953 en Quintino, un barrio de los suburbios de Río de Janeiro, Zico tuvo como único club en Brasil el Flamengo de sus amores, cuya afición lo venera como el más grande que haya vestido la tradicional camiseta rojinegra y sólo admite que se le compare con Pelé.
Habilidoso jugador de mediocampo, Zico, el inolvidable 10 de la selección brasileña que encantó al mundo en el Mundial de España 82, comenzó su andadura en el fútbol en 1967, a los 14 años de edad, cuando se incorporó al Flamengo, club con el que debutó como juvenil el 6 de marzo de 1971 en un partido con el Madureira en el que marcó dos goles.
A partir de ahí, Zico, conocido como “Galinho do Quintino” (Gallito de Quintino) construyó una exitosa carrera de jugador en la que el único trofeo que no pudo conseguir fue el de campeón mundial con la selección brasileña.
En el Flamengo jugó hasta 1983, cuando fue transferido para el Udinese, de Italia, del que regresaría dos años después a su casa rojinegra, donde tuvo una segunda época, hasta 1989.
Tras un paréntesis de dos años, en 1991 se marchó a Japón fichado por el Kashima Antlers, donde cerró su carrera en 1994, también elevado a la categoría de ídolo en ese país, en el que llegó a dirigir al club y a la selección nipona, a la que clasificó para el Mundial de Alemania 2006.
En sus periplos por el mundo como entrenador recaló también en los últimos años en el Fenerbahçe (Turquía), el Bunyodkor (Uzbekistán), CSKA (Rusia) y Olympiacos (Grecia), y más recientemente la selección iraquí, que abandonó a finales del año pasado.
Sus momentos de mayor gloria los ha conseguido con el Flamengo y con la selección brasileña, con la que jugó los mundiales de Argentina 78, España 82 y México 86, los dos últimos bajo la conducción de Telé Santana, el técnico que encantó al mundo con el “jogo bonito” de jugadores como Zico, Sócrates y Falcao, pero al que la suerte no le acompañó con la “verde-amarela”.
En la retina de los aficionados del mundo entero quedó grabada la imagen de Zico, con la camisa 10 rasgada en el partido del 5 de julio de 1982 en el que Brasil fue eliminado del Mundial de España por la Italia de Paolo Rossi (3-2), que los brasileños recuerdan hasta hoy como “la tragedia de Sarriá”.
Cuatro más tarde, el 21 de julio de 1986, el drama se repetiría en México cuando Zico, que venía de recuperarse de una cirugía de rodilla, desperdició un penalti ante la Francia de Michel Platini en el partido de cuartos de final que supuso la eliminación brasileña desde los doce pasos (4-3) tras empatar 1-1 en el tiempo reglamentario.
Con la selección brasileña, Zico jugó 89 partidos y marcó 66 goles, registro artillero sólo superado por Pelé.
Si Zico se consagró con la selección a pesar de no haber ganado ningún título mundial, qué decir del Flamengo, equipo con el que lo ganó todo y que hoy le dedicó una fiesta en su sede de Río de Janeiro para celebrar el 60 aniversario “del jugador que más alegrías dio al club en toda su historia”, según la convocatoria oficial.
En 18 años como jugador del Flamengo, Zico jugó 703 partidos y anotó 509 goles, ganó tres veces la Copa Río, nueve Copas Guanabara, siete veces el Campeonato Carioca, cuatro títulos del Campeonato Brasileño, ocho torneos internacionales, una Copa Libertadores y un Mundial Interclubes, el de 1981, en el que fue elegido el mejor jugador del partido en el que su equipo derrotó 3-0 al Liverpool.
Ese palmarés está resumido en una camiseta que el club lanzó para celebrar el aniversario del ídolo de “40 millones de aficionados”, según el Flamengo, que hoy inauguró en su sede una estatua de Zico como testimonio de gratitud a su leyenda viva.