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En 1977, ya luego de mucho tiempo de retirarse del fútbol, Erico tuvo complicaciones sanguíneas en la pierna izquierda y no había otra opción que amputarla. Cuando parecía que se iba restablecer, el “Saltarín Rojo” tuvo problemas cardíacos, que lo llevarían a anotar sus inolvidables goles más allá de la vida terrenal.
Según los relatos, momentos antes de perder la vida, cuando estaba convulsionando, el gran Erico llamó a su esposa Aurelia Blanco y abriendo apenas los ojos le pidió un único deseo si llegaba a morir esa noche: “Si me muero esta noche, no olviden enterrarme con mi balón”, fueron las expresiones del “Paraguayo de oro”. Su esposa solo respondió con un gesto con la cabeza, le dio un beso en la frente y le pidió: “Dormite ya, Arsenio, ya es de noche”.
Una de las grandes anécdotas que se recogen en los libros de historia y que publica el portal argentino “infiernorojo”, dedicado al club Independiente, donde brilló el “Saltarín”, cuenta que cuando estuvo hospitalizado, el doctor le preguntó bromeando cuándo se nacionalizaría argentino para jugar por la Albiceleste y Erico no dudó en responder con la bandera en el corazón: “Yo me muero paraguayo, doctor”. Incluso en algún momento de su brillante carrera le habrían ofrecido 200.000 pesos para nacionalizarse y jugar en la selección argentina.
Otro hecho peculiar fue que en 1942, Olimpia, a través de su presidente, Juan Pablo Gorostiaga, le ofreció a Erico una casa y auto de lujo para reforzar al decano, pero Arsenio Erico no aceptó y respondió: “Si no juego por Nacional, cuelgo los botines” y regresó al país para jugar y coronarse campeón con su amado tricolor.
Seguirán pasando años, recordaremos los aniversarios de su nacimiento y su muerte, pero sus anécdotas dentro y fuera de la cancha jamás dejarán de ser inmortales por ser el mejor jugador de la historia del fútbol paraguayo.