El entrenador argentino se expresó con una franqueza inusual, rompiendo lo que él mismo describió como una “caparazón de protección”. “El Gustavo Alfaro, hombre está conmovido, está conmovido porque Paraguay, que se entienda bien lo que voy a decir, me hizo daño, me rompió la caparazón de protección que yo tenía. Yo me había hecho una caparazón de protección porque los sinsabores, cuando los tenemos que vivir, son muy duros, son muy duros. Las ingratitudes pegan fuerte. Tener que irnos de un lugar, como me tuve que ir de Ecuador, porque no nos cumplieron, me dolió. Fue un duelo de once meses. Y tener que ser valiente para callarse la boca y no decir nada, es trasuntar todo por adentro. Entonces, esas cosas es como que cada vez hacen como los cocodrilos, que tienen la coraza que no se la pueden. ‘Tengo la piel de cocodrilo’, decía yo. ‘A mí no hay flecha que me entre.’ Hasta que llegué a Paraguay. Y Paraguay me rompió esa estructura”.
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Alfaro continuó su emotiva declaración, visiblemente conmovido por el afecto recibido. “Y me volvió un tipo muy vulnerable, si se quiere. Muy humano, muy cercano, que se conmueve mucho con, con los gestos de amor y de humildad de toda la gente. Me pasa los chiquitos, los niños que vienen y me abrazan y me dicen: ‘¿En serio es el técnico de la selección?’. Y el poder magnífico que tiene el fútbol, el poder maravilloso que tiene el fútbol. Y Paraguay me abrió absolutamente todo eso. Y yo me siento vulnerable, pues tengo el temor de que siempre digo que los afectos ganados son provisorios y los perdidos suelen serlo para siempre. Gracias a Dios, el haberme ido de, de Ecuador no me hizo perder el sentimiento ni con los jugadores ni con la gente de Ecuador. Yo tengo mucho miedo de perder el amor que, que la gente de Paraguay me está dando. Y eso, obviamente, que a mí me genera una, una obligación muy grande, un desafío muy grande”.