A España ya nadie le quitará el cartel de favorita al Mundial 2026, aunque se queda con el aviso recibido. Ha pasado de no ser considerada ni candidata a la Eurocopa 2024, a ser el rival a evitar por todos por la forma de competir de un grupo de jugadores que crecerá desde la desilusión.
El golpe de realidad le llegó en Múnich, donde llegó en una dinámica tan positiva que se sentía capaz de convertir lo extraordinario, ganar títulos consecutivos ante rivales repletos de grandeza, en algo cotidiano.
En esta ocasión se le fue por un detalle que no es una moneda al aire. Morata ya tenía heridas del pasado y quiso asumir la responsabilidad de tirar. Su fallo fue el único en una tanda perfecta. En una final en la que se castigó el mínimo error por el gran nivel de las dos selecciones.
Lo sintió cerca España desde la respuesta de dos apuestas de Luis de la Fuente el día que podía convertirse en el seleccionador más laureado. Sin dos de sus pilares, Carvajal y Rodri. Encontrando premio en su fe en Zubimendi y Oyarzabal.
La ausencia del último Balón de Oro, Rodri, dejó abierta la puerta del liderazgo a Zubimendi. No falló en la segunda parte de Berlín, hace once meses ante Inglaterra, y repitió en Múnich.
La genialidad de Lamine Yamal tenía un duro examen con el marcaje estrecho de un portento físico como Nuno Mendes, elegido la figura del partido.
En el epílogo de su carrera en los últimos años en Arabia Saudita y lejos de los focos, Cristiano Ronaldo era para muchos más pasado que presente pero el astro luso demostró que puede seguir en la primera línea y conquistó la Liga de Naciones con la Seleçao.
A sus 40 años festejó como un niño pequeño el que es su tercer título con el equipo nacional absoluto de su país, después de la Eurocopa de 2016 y de la Liga de Naciones de 2019.