Esta tecnología fue creada por ingenieros biólogos de la Universidad Nacional de Investigación Nuclear MEPhI de Moscú.
Los investigadores del laboratorio de Nanoingeniería Biológica de la MEPhI han desarrollado unas nanosondas que tras introducirse en el cuerpo, son capaces de localizar y adherirse a determinadas células cancerígenas, de tal manera que éstas quedan identificadas y listas para ser destruidas.
La prestigiosa universidad rusa, entre cuyas paredes han trabajado seis premios Nobel de la Física, ha apostado en los últimos años por investigaciones punteras en nanomedicina, “en la que se usan partículas nanoscópicas para diagnósticos y terapias”, explica a Efe el rector de la MEPhI, Mijaíl Strijánov. Se espera que el sistema diagnóstico con nanosondas llegue a los centros médicos en un plazo de entre dos y tres años, cuando concluyan todos los ensayos clínicos.
Ahora los científicos de la universidad moscovita trabajan en una revolucionaria radioterapia que busca la máxima eficacia en la lucha contra el cáncer con el mínimo perjuicio para la salud de los pacientes tratados.
“Se trata de crear un fármaco radiactivo que podamos llevar hasta el tumor mediante una nanopartícula sensible, capaz de fijarse a la parte del organismo que queramos”, explica Irina Zavestóvskaya, directora del Instituto de Ingeniería Física y Biomedicina, integrado en la estructura de la MEPhI.
La idea es introducir en el medicamento “un núcleo radiactivo que vive tan sólo unas pocas horas, que acecha al tumor, lo irradia durante un tiempo y luego se convierte en inocuo para el paciente”, añade Zavestóvskaya, doctora en ciencias físico-matemáticas.
Ambas investigaciones se inscriben en el ámbito de la teranóstica, un nuevo campo de la medicina que fusiona diagnóstico y tratamiento, y en el que los conocimientos en física nuclear -en los que se ha especializado históricamente la MEPhI- encuentran numerosas aplicaciones.
“Hemos creado el Instituto de Ingeniería Física y Biomedicina para trabajar en una sinergia entre la física, la química, la ingeniería y la biomedicina”, subraya Strijánov. Las tecnologías teranósticas que desarrolla el Instituto, agrega Strijánov, pretenden “hacer un seguimiento a nivel celular del efecto de los fármacos, la dinámica de las enfermedades y los beneficios de los tratamientos”.
“Creo que esta unión sinérgica entre la ingeniería física y la medicina tiene perspectivas formidables”, concluye el rector de la universidad, en la que estudian en la actualidad alrededor de 8.000 estudiantes. El centro docente, añade, tiene a su disposición “todas las tecnologías nucleares que se emplean en la medicina contemporánea”.
Los estudiantes que se formen en el Instituto para la Biomedicina “no sólo serán médicos, sino también especialistas preparados en otros ámbitos científicos importantes” para la medicina del futuro.
La MEPhI -fundada en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, como el Instituto de Mecánica y Municiones de Moscú- cuenta con su propio reactor nuclear de investigación, en el que se llevan a cabo numerosos experimentos que abarcan, entre otros ámbitos, la medicina nuclear.
El reactor ha servido a una ambiciosa investigación experimental de la llamada Terapia por Captura de Neutrones (TCN), un tratamiento en el que la radiación ataca únicamente a las células cancerosas y deja intactos los tejidos sanos, que sí resultan dañados en las radioterapias tradicionales.
Los científicos habilitaron una sala en un lateral del reactor nuclear para irradiar a los pacientes directamente con su actividad, y llevaron a cabo cuarenta tratamientos perros afectados por dos tipos de cánceres que responden muy mal las terapias convencionales.
El estudio, cuyos resultados se publicaron en la prensa científica hace ya varios años, arrojó excelentes resultados en el tratamiento del melanoma de la cavidad bucal y del osteosarcoma, dos diagnósticos con pronósticos habitualmente negativos.
El melanoma de la cavidad bucal fue erradicado en el 78 % de los casos, y tan sólo el 14 % de los perros que participaron en el experimento recayeron en la enfermedad, un dato que alcanza el 90 % con las técnicas tradicionales. En el caso del osteosarcoma, un cáncer que se caracteriza por un rápido crecimiento y metástasis, todos los animales fueron curados de la afección en apenas dos meses.