Los baños, que por ahora sólo estarán disponibles en dos distritos de las afueras (Tongzhou y Fangshan) también tendrán cajeros automáticos y dispositivos para cargar móviles y vehículos eléctricos, explicó Ji Yang, del departamento de administración municipal y medio ambiente en el Ayuntamiento.
Cada baño costará unos 50.000 yuanes (alrededor de 7.600 dólares) y es parte del programa de renovación de los viejos y denostados lavabos públicos de la capital china, un proceso que la prensa local ha denominado “la revolución de los retretes” y que durará cinco años.
La revolución también incluirá en Pekín la adaptación a minusválidos de los excusados ya existentes, así como la instalación de urinarios para niños, a una altura más baja que los convencionales, algo llamativo en un país donde es común que los padres permitan a sus hijos hacer sus necesidades en plena calle.
La capital china ya lanzó programas de construcción y modernización de sus baños públicos en cuatro ocasiones (1965, 1989, 1994 y 2002) y ahora dispone de un baño público por cada 1.700 habitantes, cifra ligeramente superior a la media nacional de uno por cada 2.500.
Algunas zonas de viviendas más tradicionales de la capital no disponen de retretes, por lo que los baños públicos son imprescindibles para la población.