Gracias a este sistema, las personas ciegas perciben de nuevo “formas y contrastes luminosos, objetos de talla media” e incluso pueden leer “cartas y palabras en tamaño grande” , explica a la AFP el médico francés José-Alain Sahel.
“No se trata de una visión natural sino de una percepción visual útil”, según este experto que dirige en París el Instituto de la Visión, un centro de investigación del hospital oftalmológico Quinze-Vingts.
Actualmente hay un centenar de personas en el mundo que utilizan “retinas artificiales” creadas por tres compañías distintas de Estados Unidos, Alemania y Francia.
“Mi vida ha cambiado”, explica un paciente francés operado por Sahel y al que le implantaron un sistema Argus II de la compañía estadounidense Second Sight. “Cuando llevo este sistema en los ojos (...) se convierte en indispensable. Lo llevo todo el día y se me gastan las baterías”, relata el paciente en un video del fabricante.
El sistema está formado por unas gafas de sol equipadas con una minicámara, un aparato electrónico que trata los datos visuales captados por la cámara y un sistema que los transmite hasta el implante ocular.
Mediante impulsiones eléctricas, el implante estimula artificialmente las retinas afectadas por retinosis pigmentaria, una enfermedad genética y degenerativa.
En Europa y Estados Unidos 86 personas utilizan el sistema Argus II, vendido por 115.000 euros, según Grégoire Cosendai, vicepresidente europeo de Second Sight.
Aunque este sistema “ha abierto la vía”, el especialista francés Sahel está trabajando en otro sistema parecido llamado Iris, en colaboración con la start-up Pixium Vision. Hasta ahora cinco pacientes han recibido este ojo electrónico fabricado en Francia “con resultados alentadores”, según el especialista.
Otro fabricante, el alemán Retina Implant, está empezando a comercializar en Europa su propio sistema de implantes que funciona sin cámara externa.
En este caso, el implante, situado debajo de la retina, capta directamente la imagen y estimula el ojo. Los 40 ciegos que utilizan el sistema, vendido por 100.000 euros, ven “distintos matices de gris”, explica el presidente de la empresa, Walter G. Wrobel.
La ventaja es que “el chip-cámara electrónico se mueve con el ojo, no hay cámara externa, y la sensación visual es estable y corresponde a la visión real”, según Wrobel.
Las tres compañías confían ahora en la expansión de este mercado. “En Europa y Estados Unidos hay entre 350.000 y 400.000 personas que sufren retinosis pigmentaria” según el presidente de Pixium.
Además los implantes también podrían ayudar a las personas que sufren degeneración macular asociada a la edad (DMAE).
En paralelo la investigación médica están explorando dos nuevas vías, la terapia génica -la modificación directa de los genes que provocan la enfermedad- y la terapia celular, que consiste en inyectar células madre en la retina para sustituir las células defectuosas.
Se trata de dos alternativas que podrían ser “complementarias” a los implantes electrónicos, según Gérard Dupeyron, jefe del servicio de oftalmología del hospital francés de Nimes.
En la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) la investigadora argentina Valeria Canto-Soler se ha especializado en la investigación de células madre aplicada a las enfermedades de la retina.
“La investigación avanza a un ritmo increíblemente rápido. Lo que hace unos años creíamos que era imposible ahora es una realidad”, explica.