“El calentamiento global afecta a muchas especies. En Punta Tombo lo que ocurre es que hay más lluvias o llueve en momentos donde antes no llovía y si hay pichones en cuevas, se inundan y los pichones pueden morir ahogados”, explicó el subsecretario de Conservación de áreas protegidas de la provincia de Chubut, Víctor Fratto.
Además de un aumento de las precipitaciones, en la última década se han registrado también temperaturas superiores a lo habitual en la época de reproducción, a fines de la primavera austral.
“En algunos momentos de máximo calor, los adultos van a bañarse y dejan desprotegido al pichón de los depredadores”, agregó Fatto. Entre estos últimos figuran aves como las gaviotas o las skúas, que se alimentan de los huevos y las crías.
El funcionario puntualizó que la población de pingüinos en Punta Tombo “fluctúa en el tiempo” y se trata de “cambios no perceptibles a la vista humana”.
La voz de alarma la lanzaron los investigadores estadounidenses Dee Boersma y Ginger A. Rebstock en la revista científica en línea Plos One el pasado enero. Tras estudiar Punta Tombo durante 27 años, los biólogos detectaron que fallecieron alrededor del 65 % de las crías nacidas anualmente en esta reserva natural, situada unos 1.500 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Aunque la principal causa de mortalidad fue el hambre (40 %), los cambios climáticos estuvieron detrás del 7 % de las muertes de crías de pingüinos de Magallanes, señaló el estudio.
Según el presidente de la Global Penguin Society, Pablo Borboroglu, mientras algunas poblaciones de pingüinos crecen en otros lugares del mundo, la población de Punta Tombo ha declinado un 24 % en el último cuarto de siglo.
Con el objetivo de preservar este paraíso natural, que el año pasado atrajo a más de 170.000 turistas, el Gobierno de Chubut busca ampliar la reserva de Punta Tombo, que en la actualidad comprende unas 200 hectáreas, y crear una zona marina protegida al norte del área de apareamiento.
“Se quieren proteger más de 400.000 hectáreas al norte de Punta Tombo para preservar esa zona en un momento de gran vulnerabilidad, cuando los pichones tienen que comer cada veinticuatro horas”, explicó Fratto sobre los pingüinos recién nacidos. Si en ese delicado período los adultos no encuentran alimento cerca y tienen que alejarse, sus crías se mueren de hambre.
En los primeros meses de vida, los pichones dependen totalmente de los padres para su alimentación, para aprender a nadar y para protegerse de los predadores.
El estatus de área protegida, que podría aprobarse en unos meses, aumentaría la disponibilidad de alimento al prohibir la pesca en la zona y permitiría reducir otras amenazas potenciales, como el tráfico marítimo o los vertidos de petróleo.
Los pingüinos de Magallanes recorren cada año miles de kilómetros: durante la primavera austral llegan a la costa del sur argentino para anidar y a finales de verano, cuando las temperaturas empiezan a declinar, huyen del frío hacia las aguas tibias del litoral brasileño.
“Tombo es importante porque es la más grande y exporta individuos a otras colonias, y este área marina protege otras colonias y otro montón de aves marinas y mamíferos”, afirmó Borboroglu.