En un comunicado, la ESA baraja que “una saturación” de la Unidad de Medición de Inercia (IMU, por sus siglas en inglés) podría estar detrás del fallido aterrizaje de Schiaparelli.
Esa saturación del IMU, que mide la velocidad de rotación del vehículo, “ocurrió poco después de que se desplegase el paracaídas” a la altura prevista de 12 kilómetros. La saturación provocó que el dispositivo se quedase parado en su medición máxima durante un segundo, “más de lo esperado”.
Una vez procesada la información “errónea”, se generó una altitud estimada negativa -por debajo del nivel del suelo-, lo que hizo que el paracaídas y el escudo trasero se desprendiesen de forma prematura y se produjera “una súbita activación del motor de frenado” como si ya hubiese aterrizado, cuando en realidad estaba aún a una altitud de 3,7 kilómetros.
“Es todavía una conclusión muy preliminar de nuestras investigaciones técnicas”, matizó David Parker, director de la ESA especializado en vuelos humanos y exploración robótica. Según Parker, “solo en 2017 se tendrá una visión más completa”, cuando se elabore un informe de un organismo investigador externo.
“De todas formas, hemos aprendido mucho de Schiaparelli. Esta experiencia contribuirá directamente para la segunda misión ExoMars desarrollada junto a nuestros socios internacionales y prevista para 2020”, refirió.
A pesar del aterrizaje fallido, la ESA se negó en octubre a tachar de fracaso la misión Exomars -organizada junto a la agencia rusa Roscosmos-, puesto que el satélite ExoMars Orbitador de Gases Traza (OGT) sigue orbitando en torno a Marte listo para realizar observaciones.
Marte es uno de los planetas más explorados desde la década de 1960. Numerosas misiones de Estados Unidos, la antigua Unión Soviética, la India, Japón y Europa han volado hasta Marte, más de 40 en total hasta ahora, aunque muchas han fracasado.