De acuerdo con las investigaciones, lideradas por la arqueóloga Ashley Sharpe, los mayas, que habitaron parte de México, Guatemala, Honduras y El Salvador, criaron, vendieron y movilizaron perros para uso ceremonial.
A través de análisis de isótopos de carbono, nitrógeno, oxígeno y estroncio, los científicos descubrieron que la civilización maya siguió un camino diferente al de África, Asia y Europa, cuya gestión de animales se dio con el desarrollo de las ciudades.
“En las Américas la gente pudo haber criado animales para propósitos ceremoniales. El crecimiento de las ciudades no parece estar directamente relacionado con la crianza de animales”, afirmó Sharpe en un comunicado.
El equipo de Sharpe llegó a estas conclusiones tras analizar restos de animales de Ceibal, Guatemala, un sitio maya con una de las historias más largas de ocupación continua, y uno de los primeros sitios ceremoniales. Durante las excavaciones se hallaron restos de perros que no corresponderían a su hábitat natural, por lo que se sospecha que fueron trasladados por los humanos para formar parte de los festejos.
Según la investigación, el comercio y manejo de animales comenzó en el Período Preclásico, hace unos 2.500 años, y se intensificó durante el Período Clásico. Para los mayas, los rituales que incluían sacrificios de animales y humanos desempeñaban un papel muy importante.
“Esta es la primera evidencia de las Américas de perros moviéndose por la región. Estudios como éste están empezando a mostrar que los animales desempeñaron un papel clave en ceremonias y demostraciones de poder, que tal vez impulsaron la cría de animales y el comercio”, comentó Sharpe.
Casas Valdez señaló que los aportes que reporta el consumo de algas son reducir los niveles de lípidos, colesterol y triglicéridos en la sangre, así como la obesidad abdominal. Además, sus ácidos grasos Omega 3 y 6 ayudan al crecimiento del cerebro y mejoran la vista en el desarrollo temprano de los embriones.
También tienen propiedades antibióticas, antivirales, antifúngicas, antioxidantes, anticancerígenas, anticoagulantes, antitumorales, hipoglicémicas (que disminuyen el azúcar) e hipocolesterolémicas, y producen sensación de saciedad.
En tanto, Tonatiuh Chávez, doctor en Ciencias Marinas e integrante del proyecto, destacó la versatilidad de las algas: “Son plantas marinas y al igual que las terrestres hay una gran variedad de las cuales nos podemos alimentar y es tan fácil como recolectarlas, lavarlas y agregarlas a diferentes recetas”.
Chávez puso como ejemplo el sushi japonés y los caldos, platillo al que se pueden agregar y en el que su sabor no causa tanto impacto por su toque salado.
El equipo científico a cargo de Casas Valdez trabaja en el Laboratorio de Macroalgas en la ciudad de La Paz, capital de Baja California Sur, donde celebran jornadas de degustación de los alimentos que se elaborar a partir de la planta y en las que se da conocer su utilización para activar así la economía local. El proyecto, que inició hace 25 años, en principio utilizó las algas marinas Sargassum (sargazo) y Macrocystis pyrifera (sargazo gigante) para alimentar cabras, ovejas y gallinas de postura a nivel experimental.
La investigadora recordó que existió una campaña para dar a conocer a los ganaderos de la región los beneficios de las algas en la dieta del ganado, sobre todo en la época de sequía, cuando disminuye la disponibilidad del forraje.
“Se comprobó de manera científica que las gallinas alimentadas con algas marinas produjeron huevos con 26 % menos de colesterol y lo mismo ocurrió cuando se incorporaron al alimento de los camarones, reduciendo en un 27 % el colesterol en los crustáceos”, apuntó.
Casas Valdez explicó que en México actualmente solo se cosechan tres especies de algas para utilizarlas en la producción de fertilizantes y aditivos para alimentos y “realmente no existe una cultura de consumo, como en países del continente asiático”. Lamentó que se desaprovechen “porque las algas del género Ulva se encuentran en todas las costas de México” y su aporte nutricional es extenso.