Entre junio y noviembre las hembras de tortuga llegan a las playas del occidente de México para dejar sus huevos en la arena cálida y asegurar su reproducción.
Unos 45 días después, cientos de crías salen de su nido para volver al mar, un ciclo que los especialistas consideran “normal” en la temporada de desove.
Sin embargo, este ciclo está modificándose cada vez más, dice a Efe Vicente Peña, encargado operativo de la Red Tortuguera, una organización civil que reúne a una docena de campamentos dedicados a la protección de ese animal a lo largo de la ribera de Jalisco y Nayarit.
Los biólogos y voluntarios de los campamentos han tenido que extender las actividades de la temporada de desove uno o dos meses más de lo usual, pues las tortugas llegan a las playas de manera tardía, guiadas por una inusual calidez del agua de mar incluso en invierno.
“Tanto el agua de mar como la arena están teniendo una temperatura más alta que le permite a este reptil, la tortuga marina, eclosionar durante el invierno, cosa que antes no se daba”, explica Peña durante una jornada nocturna de recolección de huevos en Puerto Vallarta, Jalisco.
Para los expertos, “no hay duda” de que el cambio climático incide en el ciclo de desove. “Tan solo en 20 años, de cerrar campamentos en una fecha fatal que era el 1 de diciembre, ahora estamos trabajando hasta el último día de enero y teniendo crías en marzo, entonces es algo que no necesitamos poner a discusión, es un hecho”, recalca Peña.
El nido de arena que la hembra forma para depositar entre 100 y 150 huevos requiere de una temperatura promedio de 29,9 grados Celsius para que las crías puedan formarse y sobrevivir, detalla Carlos Flores, uno de los biólogos que colabora en dos de los campamentos de la red.
El calor alrededor del nido también incide en el sexo. Si es mayor al promedio nacerá una mayor proporción de hembras, si es menor habrá más crías machos.
Afirma que en los últimos años las playas de esta región han registrado temperaturas de entre 36 y 38 grados, e incluso hasta 40. Esto significa que en pocos años la especie tendrá dificultad para reproducirse, si no hay suficiente protección.
Flores es tajante acerca de lo que le espera a la tortuga marina: “Si sigue incrementándose (la temperatura) ni siquiera tendremos hembras ni machos, porque (...) si supera los 36 grados centígrados, el nido (...) se cocina”.
El aumento del calor genera un sesgo en la especie, pues “las tortugas que usualmente anidan en el verano van a desaparecer y van a sobrevivir las que aniden en el otoño y en el invierno” cuando el termómetro no sube de manera tan drástica, agrega Peña.
Los especialistas han adoptado técnicas de sombreado natural con palmeras o malla sombra para evitar que el intenso calor de la arena dañe los nidos que rescatan.
Cada noche, durante la temporada de desove los biólogos y voluntarios de los 12 campamentos de la región llevan a cabo rondas para “acompañar” a las tortugas que llegan a la playa a dejar sus huevos.
Por medio de su instinto, las hembras eligen el lugar más seguro e idóneo. Con sus aletas crean un nido donde depositan los huevos.
El proceso dura cerca de 30 o 40 minutos hasta que la tortuga cubre el hueco y se asegura que no queda algún rastro que atraiga aves y otros depredadores. Luego vuelven al mar, guiadas por la luz de la luna.
Los encargados de los campamentos recolectan los huevos y los trasladan a un corral con sombra y las condiciones de espacio ideales para la incubación, explica Elizabeth Coronado, bióloga encargada del vivero en uno de los hoteles del puerto.
El año pasado en este campamento de solo 690 metros rescataron 890 nidos, lo que significa casi 65.000 crías liberadas. En otros como el de Mayto, en el sur de Jalisco, han sido protegidos hasta 2.000 nidos.
Esta labor ha ayudado a la protección de especies como la golfina, pero también de la laúd y la carey. Además, permite realizar investigación científica y programas de educación ambiental.
Algunos hoteles ofrecen a sus huéspedes la posibilidad de ayudar en el campamento o la liberación de las crías cuando salen del cascarón. “Ellos se involucran”, de tal forma que la gente se va “con una idea de lo que es la conciencia ambiental”, apunta Coronado.
Para las organizaciones, proteger a las tortugas hembras y sus nidos es “muy importante”, porque estas poseen un instinto que les ayuda a identificar el lugar donde nacieron, al que invariablemente regresarán en su etapa adulta para reproducirse.