Los 2.300 kilómetros de la barrera natural inscripta desde 1981 en el patrimonio mundial de la UNESCO sufrió el año pasado el blanqueo más grave jamás registrado a causa del calentamiento de las aguas de los océanos entre marzo y abril.
La observación aérea y submarina mostró que 22% de los corales quedaron destruidos en 2016, pero ahora la proporción asciende al 29% y por tratarse del segundo año consecutivo de blanqueo, la perspectiva es muy negativa.
“Estamos muy preocupados acerca de lo que significa para la Gran Barrera de Coral y para las comunidades e industrias que dependen de ella”, indicó el presidente de la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera (GBRMPA), Russell Reichelt.
“La cantidad de coral que murió por el blanqueo en 2016 está en ascenso con relación a nuestras previsiones iniciales y anticipamos que habrá un declive adicional del coral para fines de 2017, aunque todavía tenemos que completar nuestra observación”.
El blanqueo de los corales es un fenómeno de debilitamiento que se traduce por una decoloración, provocado por el aumento de la temperatura del agua. Esto conlleva la expulsión de las algas simbióticas que dan al coral su color y sus nutrientes.
Los arrecifes pueden recuperarse si el agua vuelve a enfriarse, pero también morir si el fenómeno persiste.
La zona más perjudicada es una que se halla al norte de la popular ciudad turística de Port Douglas, donde se estima que el 70% del coral superficial ha muerto.
Cairns y Townsville, otros destinos turísticos también muy populares, figuran entre las regiones más golpeadas por el flagelo en 2017, aunque las regiones más australes de esta maravilla natural escaparon a la tragedia.
Aunque el coral puede recuperarse si cae la temperatura del agua y los pólipos vuelven a colonizarlo, pero la recuperación puede demorar una década.
Reichelt dijo que los ciclones afectaron la cuarta parte de la barrera pero que la evaluación completa del daño en 2017 no estará disponible hasta el año próximo.
La semana pasada, la GBRMPA organizó una conferencia a la que asistieron más de 70 expertos marinos mundiales para elaborar una estrategia que permita responder al fenómeno.
Entre las opciones manejadas, figura el desarrollo de enfermerías de coral, la lucha contra la proliferación de las coronas de espinas —una especie de estrellas de mar depredadoras del coral— y la expansión de sistemas de monitoreo del blanqueo.
En la conferencia, uno de los temas más destacados fue la necesidad de luchar contra el cambio climático.
“La Gran Barrera de Coral es un sistema amplio y resiliente, que en el pasado ha mostrado su capacidad para recuperarse, pero los cambios actuales están alterando esa resiliencia” , advirtió Reichelt. “Los participantes en la conferencia manifestaron su preocupación acerca de la necesidad de una acción global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causante del cambio climático”.
En diciembre de 2015, el mundo acordó en París limitar el calentamiento del planeta a 2ºC por encima del nivel de la era preindustrial, limitando la utilización de combustibles fósiles que arrojan carbono a la atmósfera.
Australia asegura que nunca ha hecho tantos esfuerzos para proteger la barrera, comprometiéndose a dedicar a este problema más de 2.000 millones de dólares australianos (1.400 millones de euros) en diez años.
La barrera y sus 345.000 km2 se libraron por poco de entrar en la lista de sitios en peligro de la Unesco en 2015.