Terraplanismo, dinonegacionismo y más: ¿por qué la gente cree en este tipo de teorías?

Concepto de conspiracionismo.
Concepto de conspiracionismo.Shutterstock

Las creencias extraordinarias proliferan pese a la evidencia científica, desafiando la lógica humana. ¿Cómo influyen la experiencia personal y los sesgos cognitivos en la adopción de ideas como el terraplanismo?

¿Por qué la gente cree en conspiraciones, vacunas con chips, que los dinosaurios no existieron, o que la Tierra es plana? El 22 de febrero de 2020, Mad Mike Hughes, conocido por sus teorías poco convencionales, se lanzó en un cohete casero desde el desierto de Mojave, California. Su misión: demostrar que la Tierra es plana observándola desde una altitud suficiente.

Este fue su tercer intento tras dos lanzamientos anteriores, pero terminó en tragedia cuando su nave se estrelló poco después del despegue, provocando su muerte en el acto, informa El País, España.

Aunque el caso de Hughes pueda parecer extremo, la persistencia de creencias sin bases empíricas sólidas es común en la historia humana.

En todas las culturas y épocas se han mantenido ideas que desafían la lógica o la evidencia existente, fenómeno que algunos especialistas denominan “creencias extraordinarias”.

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Para Eli Elster, antropólogo evolutivo de la Universidad de California en Davis, esto representa un misterio. A pesar de que la mente humana está diseñada para interpretar la realidad de forma precisa, gran parte de la población adopta ideas carentes de respaldo científico, como el terraplanismo, la creencia en espíritus o teorías conspirativas sobre las vacunas.

Factores que explican la formación de creencias

Tradicionalmente, los científicos sociales han explicado la adhesión a estas ideas a través de dos factores principales:

Sesgos cognitivos: las personas tienden a buscar explicaciones simples para eventos complejos y suelen atribuir intenciones a fenómenos aleatorios.

Dinámica social: a menudo, las creencias se adoptan para pertenecer a un grupo o reforzar la propia identidad, aunque existan pruebas en contra.

Sin embargo, una nueva revisión publicada en Trends in Cognitive Sciences argumenta que la experiencia personal juega un papel más importante de lo pensado en la adopción de creencias extraordinarias.

El rol de la experiencia personal

La experiencia como filtro: la manera en que las personas perciben el mundo puede determinar qué creencias se difunden. Por ejemplo, aunque la ciencia demuestre la forma esférica de la Tierra, nuestra percepción visual cotidiana la muestra plana, lo que puede favorecer el éxito del terraplanismo sobre teorías igualmente erróneas pero menos intuitivas, como que la Tierra sea cilíndrica.

La experiencia como chispa: experiencias singulares y difíciles de explicar, como la parálisis del sueño, pueden llevar a quienes las viven a buscar justificaciones sobrenaturales. Sin formación científica, resulta natural interpretar estas vivencias como evidencia de espíritus o entidades misteriosas.

La experiencia como herramienta de validación: en ocasiones, la experiencia va más allá de la percepción y se transforma en acción. Prácticas como rituales, oraciones o el uso de sustancias psicoactivas en contextos religiosos refuerzan la creencia en aquello que se experimenta subjetivamente, haciendo que las creencias extraordinarias parezcan aún más reales.

Implicaciones y desafíos

Las creencias extraordinarias como las religiosas pueden llegar a proveer bienestar, significado y comunidad. Sin embargo, otras, especialmente las que propagan desinformación científica o política, pueden resultar peligrosas.

Comprender cómo se forman estas ideas a partir de la experiencia personal es clave para contrarrestar su difusión.

Las personas no adoptan creencias inusuales por insinceridad ni una total falta de lógica, sino porque su experiencia les lleva a interpretarlas como verdaderas. Analizar este fenómeno desde la perspectiva de la experiencia podría abrir nuevas vías para abordar e investigar el porqué de las creencias humanas.

Este análisis es fruto de investigaciones en antropología evolutiva, y fue publicado originalmente en The Conversation.

Fuente: El País