Un ciclo oculto bajo la luz y la oscuridad
¿Sabías que muchas plantas “duermen” por la noche? Aunque no cierran los ojos, miles de especies ajustan sus procesos internos en función del día y la noche gracias a relojes biológicos conocidos como ritmos circadianos.
Este fenómeno, similar al que regula el sueño en humanos, determina cuándo crecen, respiran o se defienden de amenazas.

Investigadores del Instituto Max Planck demostraron que hasta el 80% de los genes de un ejemplar como Arabidopsis thaliana muestra actividad rítmica diaria.
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Cambios en la luz, temperatura y humedad activan mecanismos que influyen en la apertura y cierre de hojas, floración y producción de compuestos químicos.
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El reloj interno: una ventaja evolutiva
El reloj circadiano permite a las plantas anticipar y prepararse para cambios ambientales rutinarios. Por ejemplo, la mimosa, conocida por plegar sus hojas al anochecer, ajusta este comportamiento aunque esté en completa oscuridad, lo que evidencia un control genético más que reactivo.

Un estudio de la Universidad de Cambridge reveló que plantas con relojes circadianos eficientes crecen hasta un 20% más rápido que aquellas cuyo reloj fue alterado genéticamente.
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Además, el ajuste optimiza la fotosíntesis, reforzando la conversión de energía solar y mejorando la adaptación a distintas zonas climáticas.
Ritmos y defensa ante amenazas
El ritmo circadiano también determina la respuesta de la flora a los ataques de plagas y condiciones extremas. Investigadores de la Universidad de California comprobaron que la producción de metabolitos defensivos, como ciertos alcaloides y compuestos fenólicos, aumenta durante las horas en que los insectos suelen alimentarse.
Así, las plantas optimizan la asignación de recursos defensivos solo cuando es más probable enfrentar ataques.
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Perspectivas para la agricultura y la biotecnología
Comprender el reloj interno vegetal abre nuevas posibilidades en la agricultura. Estudios recientes destacan que sembrar y cosechar en sincronía con los ritmos naturales aumenta el rendimiento hasta un 15%.
Además, la manipulación genética de genes circadianos podría generar cultivos más resistentes al estrés hídrico, fríos extremos y enfermedades.
En un mundo que busca sistemas productivos más sostenibles, el misterioso “sueño” de las plantas ya no es solo una curiosidad científica, sino una clave para mejorar la seguridad alimentaria y adaptarse a los desafíos ambientales actuales.