Década de 1970: el predominio de las enfermedades infecciosas
En países de ingresos bajos y medios, durante la década de 1970 las enfermedades infecciosas y parasitarias, como la tuberculosis, la neumonía y el sarampión, ocupaban los primeros puestos entre las causas de mortalidad.

La ausencia de sistemas de vacunación masiva y el acceso limitado a antibióticos contribuían a esta realidad. En los países de altos ingresos, sin embargo, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer empezaban a ganar terreno.
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Década de 1980 y 1990: la transición epidemiológica
Con la expansión de las campañas de vacunación y mejoras en el acceso a antibióticos, la mortalidad por enfermedades infecciosas disminuyó considerablemente.
Emergieron entonces las enfermedades crónicas no transmisibles, como las cardiovasculares y los tumores malignos, como las principales causas de muerte.
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En América Latina, la mortalidad infantil aún era significativa, pero comenzó a reducirse gracias a mejores condiciones sanitarias y de atención médica.
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Durante los años 80 también se registró el impacto del VIH/Sida, especialmente en regiones africanas y posteriormente en otros continentes, lo que alteró de forma considerable los patrones de mortalidad juvenil y adulta.
Año 2000 en adelante: auge de las enfermedades crónicas
El siglo XXI empezó marcado por la consolidación de las enfermedades no transmisibles como principales causas de muerte global.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2000 cerca del 60% de las muertes en el mundo se debieron a patologías crónicas, como infartos, accidentes cerebrovasculares, cáncer y diabetes.

El estilo de vida sedentario, las dietas poco saludables y el envejecimiento de la población han contribuido a este cambio.
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Al mismo tiempo, las muertes por enfermedades infecciosas se redujeron aún más, aunque brotes esporádicos, como el SARS, la gripe H1N1 y, más recientemente, la COVID-19, pusieron de manifiesto que el desafío de las pandemias persiste.
Década de 2020: el impacto de la COVID-19
La pandemia de COVID-19 revirtió temporalmente la tendencia de descenso en la mortalidad por enfermedades infecciosas, situando nuevamente a una enfermedad transmisible entre las primeras causas de muerte global en 2020 y 2021.

Sin embargo, con la llegada de las vacunas y mejoras en el tratamiento, la mortalidad por COVID-19 empezó a descender, permitiendo que las enfermedades crónicas retomaran su protagonismo.
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Al mismo tiempo, las muertes por enfermedades no transmisibles siguieron en aumento, especialmente en países con poblaciones cada vez más envejecidas.
Las afecciones cardiovasculares, el cáncer y las enfermedades respiratorias crónicas siguen encabezando las estadísticas, según datos actualizados de la OMS y organismos nacionales de salud en 2024.
Nuevos retos: salud mental y factores sociales
En las últimas décadas, la salud mental y los factores sociales también han emergido en las estadísticas de mortalidad.
El suicidio, los accidentes de tránsito y la violencia han cobrado relevancia, especialmente entre los jóvenes y adolescentes.
Además, la desigualdad social marca profundas diferencias en las probabilidades de fallecimiento prematuro.
El futuro de las estadísticas de mortalidad
Las causas de muerte seguirán evolucionando conforme cambien los contextos sociales, ambientales y tecnológicos.
El envejecimiento poblacional, la presencia de pandemias esporádicas, los estilos de vida y el acceso desigual a servicios de salud serán factores determinantes.
Las estadísticas de mortalidad, por tanto, no solo reflejan un listado de causas médicas, sino una radiografía dinámica de la historia y los desafíos de la humanidad. Analizarlas es clave para trazar rutas efectivas en la prevención, el tratamiento y la promoción de la salud a nivel global y local.