“Estamos hiperconectados, bombardeados por imágenes, a veces incluso falsas o distorsionadas. Somos arrollados por múltiples mensajes que suscitan en nosotros una tormenta de emociones contradictorias”, lamento el pontífice.
Y agregó que “en este escenario, es posible que surja en nosotros el deseo de apagar todo. Podemos llegar a preferir no sentir nada”.
“Nuestras palabras también corren el riesgo de ser malinterpretadas, y podemos sentir la tentación de encerrarnos en el silencio, en una incomunicación en la que, por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y profundas”, destacó.
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Por ello, el pontífice estadounidense animó a los fieles: “¡Ábrete a este mundo que te asusta! ¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar! Cerrarse, de hecho, nunca es una solución”.
“Todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a los demás con nuestras palabras. Volver a hablar “normalmente” es el comienzo de un camino, no es todavía el punto de llegada”, agregó.
Concluyó pidiendo que “podamos aprender a comunicarnos con honestidad y prudencia. Oremos por todos aquellos que han sido heridos por las palabras de los demás”.