El mundo acelerado del Carbonífero: cuando los continentes se movían más rápido

Supercontinente Pangea, ilustración.
Supercontinente Pangea, ilustración.Ianm35

Hace 320 millones de años, la Tierra vivía una era de cambios vertiginosos: los continentes se desplazaban con rapidez, los bosques eran gigantescos y el oxígeno dominaba la atmósfera. Así era el fascinante mundo del periodo Carbonífero.

El paleomundo en movimiento

Durante el Carbonífero (aproximadamente entre 359 y 299 millones de años atrás), los continentes no estaban distribuidos como en la actualidad.

Comparación entre el supercontinente Pangea y los continentes como los conocemos hoy.
Comparación entre el supercontinente Pangea y los continentes como los conocemos hoy.

El proceso de deriva continental —causado por los movimientos internos del manto terrestre— avanzaba a velocidades insólitas, llevando enormes masas terrestres a fusionarse y formar el supercontinente Pangea.

Investigaciones paleogeográficas indican que algunas placas tectónicas llegaron a desplazarse hasta 20 centímetros por año, casi el doble de la velocidad promedio actual.

El rápido movimiento continental generó una intensa actividad volcánica y un relieve en constante transformación, con nuevos mares poco profundos y continentes húmedos extendiéndose cerca del ecuador terrestre.

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Un mundo de gigantes verdes

La Tierra del Carbonífero era radicalmente distinta a la que hoy conocemos. Las grandes masas de tierra, cubiertas por extensos pantanos y bosques de licopodios, helechos arborescentes y colosales calamitas, conformaban densos ecosistemas verdes que se extendían por miles de kilómetros.

Meganeura, insectos depredadores muy grandes durante el Periodo Carbonifero, ilustración.
Meganeura, insectos depredadores muy grandes durante el Periodo Carbonifero, ilustración.

Estos bosques titánicos crecían en ambientes tropicales, alimentados por un clima cálido y húmedo. La descomposición lenta de la vegetación en zonas anegadas generó los vastos depósitos de carbón mineral que hoy dan nombre al periodo y que serían fundamentales para la Revolución Industrial, millones de años después.

Oxígeno para criaturas gigantes

Uno de los aspectos más sorprendentes del Carbonífero fue la elevada concentración de oxígeno en la atmósfera —hasta 35 %, significativamente mayor al 21 % actual—, lo que permitió la aparición de insectos y artrópodos de tamaño gigantesco: libélulas con alas de casi un metro, ciempiés de más de dos metros de largo y escorpiones que desafiaban la imaginación.

Meganeura, libélula gigante de los bosques carboníferos, Museo de Dinosaurios, Sala de Evolución, Esperaza, Aude, Languedoc-Rosellón, Pirineos Orientales, Francia.
Meganeura, libélula gigante de los bosques carboníferos, Museo de Dinosaurios, Sala de Evolución, Esperaza, Aude, Languedoc-Rosellón, Pirineos Orientales, Francia.

La abundancia de oxígeno favoreció la respiración de estos organismos y transformó el equilibrio de los ecosistemas, antes de que cambios climáticos y evolutivos llevaran a su declive hacia el final del periodo.

El legado del Carbonífero

A medida que el Carbonífero llegaba a su fin, la formación de Pangea había remodelado los patrones oceánicos y climáticos.

Geólogo examinando fragmentos de esquisto carbonífero gris oscuro, que muestran delicadas impresiones fósiles de helechos con patrones geológicos detallados.
Geólogo examinando fragmentos de esquisto carbonífero gris oscuro, que muestran delicadas impresiones fósiles de helechos con patrones geológicos detallados.

La desaparición paulatina de los bosques pantanosos permitió la expansión de ecosistemas más secos y la diversificación de los primeros reptiles, marcando un paso crucial en la evolución de la vida terrestre.

El extraordinario dinamismo de los continentes durante el Carbonífero nos recuerda cuán cambiante ha sido nuestro planeta, y cómo antiguos ciclos geológicos y biológicos aún resuenan en la Tierra que habitamos hoy.

Fuentes consultadas:

  • Scotese, C.R., “Earth History and Palaeogeography”
  • The Geological Society of London
  • Smithsonian National Museum of Natural History