El barrio de Anyama es un rincón cualquiera de Abiyán donde abundan los comercios, los niños juegan tranquilamente y las barbacoas humean en las esquinas, pero aquí sobrevivió el Homo sapiens hace 150.000 años, cuando la capital económica de Costa de Marfil era una inmensa selva tropical.
Una quincena de arqueólogos y antropólogos de varias nacionalidades acaban de designar este barrio como el lugar de la presencia humana más antigua en un bosque tropical, según un estudio publicado en la revista Nature a finales de febrero.
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Antes de este hallazgo, los rastros del Homo sapiens -nuestra especie aparecida hace 300.000 años- aceptados por la ciencia en este tipo de entorno eran mucho más recientes, de no más de 70.000 años en Asia y Oceanía, señalan los investigadores.
Ruth Fabiola Agoua, de 25 años, le ayuda a su madre tendedera cerca de la antigua excavación. “Es interesante”, comenta a AFP. “No puedes vivir sin conocer tu historia”, apunta.
Pero Basile Sawadogo, de 51 años y guardia de una tienda, se muestra indiferente. “Vivimos el presente”, dice de camino a su trabajo.
En Abiyán quedan solo 3.500 hectáreas de bosque tropical en el “Banco”, un parque nacional en el centro de la ciudad que cada vez se va reduciendo debido a la urbanización.
Desde 1982, el arqueólogo marfileño François Guédé Yiodé, alertado por un geólogo, comenzó las excavaciones en Anyama en un terreno privado.
Junto a otros investigadores, algunos de los cuales participarán en el estudio publicado en Nature, excavó varios metros de tierra bajo los cuales se ocultaban herramientas de piedra del Pleistoceno, un período del Paleolítico. Las hizo analizar y las conserva en su casa.
En una pequeña habitación de su modesta casa, Guédé Yiodé, actualmente de 77 años y jubilado, saca con esmero las cajas que contienen esos restos.
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Tallados en sílex, cuarzo y otras rocas, “los picos se utilizaban para partir materiales”, mientras que otras herramientas, llamadas “picadoras”, con un borde afilado servían para cortar la piel de un animal, explica.
“Los bosques africanos no eran una barrera ecológica importante para el Homo sapiens hace 150.000 años”, concluyen los investigadores.
Además, los datos “resaltan la importancia de los numerosos biomas (región que abarca un solo clima) de África”, y su diversidad en la evolución de la humanidad, señalan.
Guédé Yiodé considera que el estudio debería convencer “a la gente para que deje de poner en duda la existencia temprana del hombre en suelo africano”.
“Ciencia lenta”
Su publicación también podría contribuir a poner de relieve otros tesoros arqueológicos del país.
“Hay varios lugares en Costa de Marfil donde se pueden hacer excavaciones arqueológicas (...) donde se podrían hacer estudios sobre el Paleolítico”, afirma Eugénie Affoua Kouamé, investigadora en antropología y arqueología del Instituto de Historia, Arte y Arqueología Africanos (IHAAA).
Y la publicación de Nature puede “alentar a los estudiantes a especializarse en estos campos”, afirma Akissi Diane Guebie, estudiante de antropología.
Por el momento, aunque en los últimos 15 años aumentó la investigación en estas disciplinas, dice Kouamé, la falta de recursos, equipos y especialistas sigue siendo un obstáculo.
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En este país, “la arqueología es una ciencia lenta para alcanzar conclusiones porque no tiene financiamiento”, confirma Guédé Yiodé.
Las herramientas de piedra y los sedimentos de Anyama se analizaron en Alemania años después de su descubrimiento.
El arqueólogo marfileño, considerado por sus pares como el único especialista en la prehistoria del país, dice haber pagado de su bolsillo 15 millones de francos CFA (25.000 dólares) para los primeros años de las investigaciones.
En su opinión, hay una “falta de voluntad” del Estado por ayudarle.
Reprocha también que no hayan protegido el sitio de excavación antes de que fuera brutalmente destruido hace unos años, según él por una persona que dice ser propietaria del lugar supuestamente para construir allí una cantera.
Guédé Yiodé dice haber intentado en vano exponer su colección en un museo para el gran público y “la cooperación entre investigadores”.
“No me siento cómodo teniendo todo esto en mi casa”, admite.