El Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) presentó este lunes un estudio elaborado junto a la Universidad de Catania que ofrece “las pruebas más visibles y convincentes” hasta la fecha sobre la existencia de esta mega-inundación, respaldando la teoría de un llenado rápido del Mediterráneo tras un largo período de sequía.
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Durante más de 50 años, el regreso del Mediterráneo a sus condiciones marinas actuales ha sido el centro de un intenso debate científico, con dos teorías principales: una que sostiene un proceso lento de relleno durante unos 10.000 años y otra que defiende un fenómeno rápido y catastrófico.
Hace entre 5,97 y 5,33 millones de años, el Mediterráneo atravesó la conocida “crisis de salinidad del Messiniense” como consecuencia de un “levantamiento general” o movimiento tectónico de la zona del Estrecho de Gibraltar, explicó el INGV en un comunicado.
Este fenómeno aisló al Mediterráneo del océano Atlántico, convirtiéndolo en una cuenca cerrada que tardó aproximadamente 600.000 años en secarse “casi por completo”, transformándose en una enorme “extensión desértica salada” y provocando la extinción de muchas especies marinas.
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Los trabajos de investigación del INGV , que incluyen la colaboración de profesionales de Italia, España, Alemania, Inglaterra (Reino Unido) y California (EE.UU), tienen un “enfoque multidisciplinar” centrados en áreas de la isla italiana de Sicilia (sur) donde identificaron más de 300 colinas modeladas por el flujo de agua.
Los científicos observaron que las colinas, largas y estrechas, estaban separadas por profundos surcos, probablemente formados por “un flujo de agua turbulento” con dirección hacia el noreste, que inundó la región con tal fuerza que esculpió el paisaje, dejando huellas visibles en la geografía local, como el gigantesco “Cañón de Noto”.
El estudio respalda la hipótesis de que el océano Atlántico se reintrodujo en el Mediterráneo de forma repentina a través del Estrecho de Gibraltar, en un proceso tan rápido y violento que las aguas llegaron a fluir con una intensidad jamás vista, alcanzando tasas de vertido de entre 65 y 100 millones de metros cúbicos por segundo, mucho mayores a las de cualquier otra inundación conocida en la historia de la Tierra.
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La investigación también permitió reconstruir cómo era la zona antes del cataclismo, cuando el área parecía una gran bahía de agua poco profunda, en cuyo fondo se acumulaban sedimentos calcáreos, yeso y sales.