Susana Iglesias-Groth comenta que si algo enseña mirar el Universo es a ser humilde, y cuestiona por qué no va a ser posible que haya o haya existido vida similar en la galaxia, que es “inmensa”, si bien, apunta, es posible que los humanos no coincidan temporalmente con esas otras formas de vida, ya que los tiempos en el Universo son largos.
Es posible que esa vida se haya extinguido, pero también es probable que se esté formando, y plantea la necesidad de tener la mente abierta, ya que, cuestiona, quién diría hace 40 años que hay tantos planetas extrasolares en nuestra Galaxia.
Planteamientos que hace después de hacer pública una investigación mostrando que en el medio interestelar de la Nube de Perseo hay triptófano, uno de los aminoácidos esenciales para la existencia de vida humana.
El cerebro humano necesita triptófano, que está en muchos alimentos y se puede transformar en serotonina, que regula el estado de ánimo, pero también en melatonina, que regula el sueño.
¿Qué son los fullerenos?
Susana Iglesias-Groth, que inició su tesis doctoral en la Universidad de La Laguna cuando era profesora de Física y Química en varios institutos de Enseñanza Secundaria, se centró en aquel momento en física molecular y cuántica e investigó las propiedades de unas moléculas de carbono poco conocidas entonces, los fullerenos.
Moléculas que en 1985 descubrieron en laboratorio de forma casual Harold Kroto, Robert Curl y Richard Smalley, a quienes once años después concedieron el Premio Nobel de Química por ello.
Kroto, Curl y Smalley intentaban reproducir la química de estrellas rojas gigantes y encontraron moléculas que son la tercera forma de presentarse el carbono en estado puro (además de grafito y diamante).
Los fullerenos están formados por anillos de carbono de seis y cinco átomos que también están presentes en muchísimas de las moléculas claves para la vida, como por ejemplo en algunos aminoácidos.
La Nube de Perseo
Susana Iglesias-Groth inició la búsqueda de fullerenos en la Nube de Perseo, que es una de las regiones de formación estelar más próximas al sistema solar, y lo hizo con el telescopio Galileo, en el Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma, y con otros más grandes en Texas y en Chile.
Primero encontró moléculas simples con anillos de carbono como el naftaleno y antraceno. El naftaleno en combinación con agua, amoníaco y radiación ultravioleta produce muchos de los aminoácidos fundamentales para desarrollar la vida.
En la búsqueda de moléculas prebióticas que puedan tener relación con el origen de la vida, en 2010 Susana Iglesias-Groth descubrió que en la Nube de Perseo hay antraceno, que es un hidrocarburo con tres anillos de carbono y que, junto al naftaleno, podría ser clave en la producción de muchas moléculas orgánicas que están presenten en la formación del sistema solar. Cuando accedió a los datos del telescopio espacial Spitzer, de la NASA, observó que en la misma de la Nube de Perseo hay fullerenos.
Recuerda Iglesias-Groth que la Nube de Perseo, con dos millones de años de existencia, es una “bebé” con respecto a la Vía Láctea, que tiene unos 13.000 millones de años. Esta nube de formación estelar es de las más cercanas.
El descubrimiento del triptófano, indispensable para el desarrollo de la vida humana
La investigadora continuó con sus trabajos en la búsqueda de moléculas prebióticas en esa región y este año ha publicado el descubrimiento del triptófano, indispensable para la formación de proteínas y para el desarrollo de la vida humana.
Perseo tiene una “riqueza molecular impresionante”, en palabras de Iglesias-Groth, quien añade que durante la pandemia analizó otras 34 regiones de formación estelar de la Vía Láctea y obtuvo resultados consistentes con los de la Nube de Perseo.
Susana Iglesias-Groth encontró evidencias de que los aminoácicos son en el espacio más abundantes de lo que se pensaba y están ampliamente dispersos, en especial en las zonas de formación de estrellas y sistemas planetarios.
Por ello, cree que, en algún otro sistema planetario de la Vía Láctea es probable que haya, ha habido o habrá, vida similar a la que conocemos en la Tierra, o al menos no tan diferente.