Según dataciones realizadas por los investigadores, que publicaron el miércoles su descubrimiento en la revista estadounidense PLOS One, estos grabados excepcionales tienen al menos 57.000 años y “probablemente” 75.000 una época en que el Homo sapiens, ancestro del hombre moderno, no estaban instalado en el oeste de Europa.
“Estos descubrimientos muestran que los grabados parietales no son de Homo sapiens” , subrayan los investigadores.
La gruta de la Roche-Cotard fue descubierta en 1846 en las riberas del río Loira, a unos 20 kilómetros al oeste de la ciudad de Tours, en el centro de Francia.
Pero “estuvo inaccesible hasta 1912, fecha en la que el propietario del terreno en el que está situada abrió la entrada” , tapada hace miles de años por limo del Loira, explican en un comunicado conjunto el CNRS y la Universidad de Rennes, que participó en el estudio.
Excavaciones fueron realizadas en los años 1970 pero fue solo 2008 cuando se reanudó un verdadero trabajo de investigación en la gruta de la Roche-Cotard.
Los trabajos llevaron al descubrimiento de los grabados, “localizados en una pared de piedra calcárea suave de una decena de metros de largo”.
Lea más: La acumulación de placas en las arterias hace que envejezcamos más rápido
Más antiguos
En su mayoría trazados con dedos, los grabados “representan motivos no figurativos, algunos más o menos simples como impactos de dedos rodeando un gran fósil incluido en la roca o formando largos trazados que cubren una vasta superficie, algunos de ellos más elaborados” , precisó el comunicado.
Trabajos de investigación posibilitaron reproducir experimentalmente tales trazados y sobretodo “confirmar su carácter humano” , lo que elimina cualquier probabilidad de que sean producto de un fenómeno natural o de una acción animal.
También “descartaron la posibilidad de que los trazos fueron realizados después de la apertura de la cavidad en 1912″.
Las dataciones “obtenidas en 2023 muestran que la gruta fue cerrada hace 57.000 años” por limos provenientes de inundaciones sucesivas, prueba de que nadie penetró después al lugar, donde Neandertal dejó también instrumentos y osamentas de animales.