Cargando...
Félix de Azara comentó en sus Apuntamientos que en el Paraguay llaman Havía a sus dos zorzales (Turdus rufiventris y T. amaurochalinus) y a sus cuatro primeras “Habías” (que descontando la presente son el Saltator atricollis -juvenil-, S. aurantirostris, y S. atricollis -adulto-).
Bertoni lo catalogó como Havía tyvytá.
Azara tuvo vivo en su cuarto, durante tres días, al individuo que describió; posteriormente tuvo otros dos, con los que convivió por mucho tiempo en su cuarto, el primero suelto y el segundo en jaula. Señaló que esta ave era común en el Paraguay y que desconocía si llegaba al Río de la Plata.
Nomenclatura
Sonnini coincidió con Azara en que dicha Había ceja blanca podría ser el Grivert o Rolle de Cayenne, retratado en la estampa iluminada número 616 de Martinet como Griverd de Cayenne; aunque las tintas de su plumaje no sean exactamente las mismas, ni el color de su pico, que en el primero es negro y en el segundo rojo. Aclaró que esas diferencias, y la de su forma, no le permite compartir la opinión de Azara sobre que Buffon describió dos veces a la misma especie, la primera como dicho Grivert y la segunda como Grand tangara, retratado en la estampa iluminada número 205 de Martinet).
La Había ceja blanca de Azara fue clasificada por Vieillot en 1817 con la denominación de Habia plombé o Saltator coerulescens en el Nouveau dictionnaire d’histoire naturelle (14, p. 105), a partir de las referencias que de ella dio nuestro naturalista.
El epíteto que identifica a esta especie corresponde a la palabra latina coerulescens/azul negruzco, en atención a la siguiente mención de Azara: “Sobre la cabeza, sus costados y todo sobre el pájaro, con alas y cola, son pardos aplomados obscuros, lavados con amarillo”.
Costumbres y nido
En cuanto a las costumbres y nido del Havia tyvyta anotó Azara:
“Lo he tenido tres días vivo, en los cuales no quiso comer maíz entero, ni a medio moler, alguna vez tomaba el grano y lo volvía a largar, otras metía el pico en la carne, y sin tirar hacía como que mascaba, y luego la dejaba. Andaba a saltitos, por todo trepaba, parece de poco sosiego. Al tercer día murió, sin duda de hambre. En su natural sosiego, o andando, tocaba la punta de la cola en el suelo, y con frecuencia la daba movimiento brusco de arriba [a] abajo, y ensanchaba su punta. Cría, dicen, en las ramas bajas de los árboles, hace el nido descubierto, con palitos, y solo pone dos huevos, come frutitas, van a pares, no en bandadas”; y, en sus Apuntamientos, agregó:
“Es de los más comunes en los matorrales espesos cerca y lejos de las casas: sitúa en ellos el nido a media altura, componiéndolo de palitos y bejuquillos secos y flexibles, mezclados con pocas hojas grandes de árbol. Otros bejuquillos más delgados y menos nudosos sirven de revoque interno y de colchón nada delicado. De todo hay poca abundancia, pues se reduce a cuatro pulgadas el mayor diámetro exterior, y a dos un medio el interno. He tenido varios con solo dos huevos, y aseguran que no pone más: sus extremos son igualmente gruesos: el color celeste precioso con muy pocas pintas negras: sus ejes doce un medio y ocho un medio líneas; y he visto pollos con el vestido de los padres. Mantuve muchos meses uno en jaula con otros pajaritos de diferente especie, con quienes jamás riñó ni cantó. Otro anduvo mucho tiempo suelto en mi cuarto, caminando a saltitos, tocando el suelo con la punta de la cola, y batiéndola algunas veces como los zorzales: y en tiempo de amor cantaba con frecuencia y alguna variedad y gusto. La habían cogido adulta, y sin embargo no era arisca, ni sus movimientos tan prontos y atropellados como los zorzales. Comía pan seco, tierno, maíz machacado, flores, frutas, carne y de todo; pero no del modo que los demás pájaros, sino masticando las cosas; y si el pedazo era grande, no lo tocaba con el pie, ni levantaba ni sacudía, sino que metía el pico, y sin sacarlo, mascaba como los cuadrúpedos”.