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Félix de Azara refirió, en sus Apuntamientos, que esta ave es muy conocida como Basacaraguaý:
“entre los guaraníes, aunque en Buenos Aires le suelen llamar ratoncito. Aquel nombre alude a su canto, y este a que, principalmente por invierno, corre los aleros del tejado, las grietas de las paredes y agujeros de los troncos, entrando a veces a los cuartos, en busca de arañas y otros insectillos”.
Bertoni la catalogó como Mbasacaraguaí, Tepoticuruí, Curuíra (como es conocido en el Brasil), y Tó-guaré (tóga/infinitivo de óga y guaré/que ha sido: el que ha sido de las casas; como es conocido en la Argentina).
Azara obtuvo al individuo que describió dentro de un cuarto de una casa de campo donde durmió durante uno de sus viajes al interior del Paraguay, pues había entrado allí por la ventana que estaba abierta, y señaló que era común; en sus Apuntamientos agregó que era común “sin abundar”.
Nomenclatura
Sonnini afirmó que, de todas las aves con que Azara comparó a su Basacaraguaý, la única que le corresponde es el Troglodyte de Buenos Aires (Cistothorus platensis) que Commerson observó en una y otra orilla del río de la Plata; sin embargo, dicha ave pertenece a la especie que fue clasificada en 1823 por Naumann con la denominación de Troglodytes musculos (actualmente Troglodytes musculus) en su Johann Andreas Naumann: Naturgeschichte der Vögel Deutschlands, nach eigenen Erfahrungen entworfen (3, p. 724), a partir de un ejemplar del Estado brasileño de Bahía y de las referencias que sobre ella dio Azara.
El epíteto que identifica a esta especie corresponde a la palabra latina musculus/ratoncito, que Naumann habría tomado de la siguiente referencia de Azara:
“en Buenos Aires le suelen llamar ratoncito”
Costumbres y nido
En cuanto a las costumbres y nido del Masakaraguai comentó Azara:
“Canta con bastante brillo, y bonitamente, come arañas y moscas, que caza por los agujeritos de las tapias. Es común en esta Provincia [del Paraguay], y en Misiones los hay, vi en casa de don Juan Machain que sus hijos tenían cuatro pollos ya voladores de esta especie sacados, según me dijeron, de un agujero de la pared. No es de pasa. Lo cogí dentro de un cuarto de la casa de campo donde fuimos a dormir, había entrado allí por la ventana que estaba abierta. / Cría en los agujeros de las paredes, o entre las tijeras de los techos, sobre sus vigas. También hace su nido en pequeños matorrales, con cerditas y motas de algodón. Persigue el nido de esta avecilla una víbora o culebra verde, y otra llamada Mboy-tata, a las cuales inútilmente se oponen las madres. Don Juan Francisco Agüero ha visto este lance tierno, tres o cuatro veces, y ha hecho el reparo de que los pajarillos que se oponían eran cuatro, lo que hace sospechar que se juntan dos madres para criar en el mismo nido que, si algún accidente no destruye, le sirve para muchos años”.
En sus Apuntamientos agregó:
“jamás se interna en los campos, ni pasa de la orilla de los bosques: las costas de estos, los matorrales, setos y pueblos, son su domicilio, pero también baja al suelo, y anda a saltillos con ligereza, llevando casi siempre la cola levantada, y sin asustarse de las gentes. El macho canta todo el año, meneando las alas en tiempo de amor. Dicen que también canta la hembra; pero no lo creo, pues la he oído corresponder a los himnos del esposo con solo un chi bajo y tierno. Unos cantan mejor que otros, y a mi oír más bien en el Paraguay que en el Río de la Plata; pero siempre en voz alta, clara y alegreta, componiendo su canción de 8 o 10 sílabas rápidas, que repiten por intervalos, pasando a veces, en esto largos ratos. Su estilo es por el término del ruiseñor; pero no varía sus frases, ni son tan expresivas: sin que por esto le deje yo de contar entre los cantores muy sobresalientes; siendo sensible no poderle conservar en jaula, porque creo es difícil darle alimento que le convenga. Aseguran que en el campo anida en los agujeros de los troncos; pero en las poblaciones, que frecuenta bastante, sitúa el nido sobre vigas soleras, y más en agujeros de las mismas u otros. Yo vi uno dentro de una calavera de vaca en el suelo, y otro dentro del agujero de una tijera del tejado, y se componían de pocas plumas y pajitas, con muchas crines y cerdas en el colchón. Pone a lo sumo 4 huevos, blancos pintadísimos menudamente de canela, siendo de este color el polo grueso, y sus ejes ocho y seis líneas. Los pollos se parecen a los padres, y los he encontrado y cogido, porque habían salido del nido antes de saber volar lo suficiente para escaparse”.