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Félix de Azara refirió, en general, sobre el nombre de esta ave cuanto sigue:
“llaman los guaraníes curucáu por su canto; y también a la segunda [Theristicus caerulescens], porque se le parece mucho en la magnitud y formas, no en la voz: y como la de ambas no es agria, y se figuran estos españoles que se parece al sonido seco de la mandurria, llaman así a ambas especies”; y, en particular, agregó:
“Es la que ha prestado el nombre a la familia. Se lo dan con preferencia por su canto, que en el suelo y más volando dice dos sílabas, que a unos suenan crucáu o curucáu en tono seco de mandurria, y a otros totac; y por esto hay también quien le llame así. Se oye muy bien su voz de una milla; y los portugueses del Brasil le llaman masarico”.
Bertoni la catalogó como Kurukáu y Mandurria.
Azara cazó al individuo que describió; señaló que era “ave comunísima” y, en sus Apuntamientos, que:
“Es bastante común en el Paraguay y hasta el Río de la Plata; pero no me acuerdo si la he visto al sur de él”.
Nomenclatura
Sonnini y Azara afirmaron que dicha Mandurria era de la misma especie que el Grand courlis de Cayenne, descripto por Buffon y retratado en la estampa iluminada número 976 de Martinet como Courly à col blanc de Cayenne; no obstante, pertenece a la subespecie que fue clasificada en 1948 por Tood como Theristicus caudatus hyperorius en su A new booby and a new ibis from South America (in Proceedings of the Biological Society of Washington, 61, p. 50), a partir del ejemplar número 120.047 de la Colección del Museo Carnegie, un macho adulto colectado en Buena Vista (Bolivia), el 10 de agosto de 1928, por José Steinbach.
Tood advirtió que esta sub especie, si bien tiene similar tamaño y proporciones que el Theristicus caudatus caudatus (Boddaert), del Norte de América del Sur, presenta una coloración general más pálida y clara; algo que no escapó a Azara que, al comentar la estampa de Martinet que retrata a la especie tipo, dijo:
“Le tiñe de obscuro rojizo sobre la cabeza, (…) y todo mucho más débil de lo que es, con otros varios defectillos”.
Costumbres y nido
En cuanto a las costumbres y nido del Kurukáu para comentó Azara:
“Dicen que hace su nido en la horqueta de algún árbol, donde cría dos pollos. Sin duda lo oculta mucho porque solo un hombre he hallado que me dé razón de lo dicho, no obstante de ser ave muy común. Van siempre dos a lo menos y comúnmente hasta diez. De día corre los campos limpios con paso grave, y con más frecuencia se halla en los secos que en los bañados. Para dormir busca indefectiblemente árboles secos y sin hojas, que sean muy elevados y situados en las orillas de los bosques. Por lo regular se juntan en dichos árboles muchas aves de una especie, y a veces cuantas caben, y hasta ciento, de donde por la mañana se separan en bandas chicas para sus destinos. Cada noche vuelan al mismo árbol, pero de día rara vez paran sino en el suelo, donde hincan el pico para coger al parecer gusanos. Es ave comunísima que parece no se aleja de su dominio, y buena comida. Su canto es muy frecuente, es en todo lo mismo que el del Curucau 1ª especie o aplomado [Theristicus caerulescens]”.
En sus Apuntamientos agregó:
“Va comúnmente a pares y en familias, y también he visto bandadas de cincuenta. Aunque algunas veces se encuentra en lugares húmedos, no interna en los barriales, ni en las aguas, y prefiere conocidamente los campos secos, donde come lombrices, grillos y otros insectos. Se suele acercar a los cadáveres del campo, particularmente en tiempos secos; y no dudo lo hace porque la humedad de la corrupción hará salir las lombrices, y porque allí acuden multitud de escarabajos a escarvar debajo para depositar sus huevos. Todas las familias o parejas de una o más leguas en contorno acuden a dormir en los mismos árboles, prefiriendo siempre los muy altos, secos y de ramas tronchadas que están en las orillas de los bosques; de manera que si hay escasez de estas circunstancias, se juntan en el propio árbol cuantas pueden acomodarse, y por la mañana cada pareja o familia va a buscar el campo de su destino; porque no se aleja de los que empezaron a frecuentar, pudiéndose contar con que están hoy donde ayer sobre poco más o menos. La he visto covar sobre un nido hecho de abundancia de palitos, y al parecer hondo, colocado en la corona de un tronco tronchado a doce varas de altura. En un pequeño corral vi un individuo, y su dueño me dijo que se lo habían dado seis meses antes ya adulto, y que le habían criado desde pollo en otra casa. Vivía en paz con las gallinas y patos, aprovechando los desperdicios de la cocina sin aspirar a escaparse. Cuando se dirige a dormir al ponerse el sol, vuela con bastante elevación; pero por lo común sus vuelos son bajos, rectos, horizontales, algo espaciosos, con el cuello tendido, batiendo a compás las alas, y posándose a la vista”.