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Félix de Azara refirió sobre los nombres de esta ave cuanto sigue:
“Esta ave es común aquí, donde tiene el nombre que le conservo [Inambu ñú] y lo traducen Perdiz del campo. Algunos europeos tienen esta ave por Codorniz, y aún suelen llamarla tal, otros, y principalmente [en] Montevideo, la llaman Perdiz chica para distinguirla de otra ave llamada Perdiz grande [Rhynchotus rufescens], pero en verdad que es muy diferente de la codorniz europea, y de la perdiz”; en sus Apuntamientos agregó:
“Así le llaman los guaraníes [ynambuí], y también ynambú mí, significando uno y otro ynambú pequeño. Estos españoles le dan el nombre de perdiz chica en comparación de la anterior [su ynambú guazú o Rhynchotus rufescens]; aunque no faltan algunos que le llaman codorniz, teniéndole por tal”.
Bertoni la catalogó como Ynambú'í.
Azara describió un individuo que había comprado a un muchacho, al que le faltaban todas las plumas del ala, y al cual mantuvo por algunos días en su cuarto; fue el único que el que por entonces consiguió en el Paraguay. Con posterioridad describió -en sus Apuntamientos- a otro de mayor tamaño, y con todas las plumas de sus alas.
En dichos Apuntamientos advirtió que nadie persigue al ynambuí en el Paraguay, pero como ahí no hay tantos campos, no abunda lo que en Montevideo y Buenos Aires.
Nomenclatura
Sonnini concluyó que, de las tres especies de perdices mexicanas con las que Azara comparó su Ynambuí, el Coyalcozque de Fernández o Coyolcos de Buffon (Colinus virginianus coyolcos) era el que más le asemejaba.
Sin embargo, dicho Ynambuí de Azara, pertenece a otra especie; fue clasificado en 1815 por Temminck con la denominación de Tinamou ynambui o Tinamus maculosus (actualmente Nothura maculosa) en su Histoire naturelle generale des pigeons et des gallinaces (3, pp. 557 y 748), a partir de las referencias que Azara dio sobre él.
El epíteto que identifica a esta especie corresponde a la palabra latina maculosa/manchada, y se guarda relación con la siguiente referencia de Azara sobre esta ave:
“Sobre la cabeza casi negro con ribetes acanelados: sus costados, colodrillo y nuca, de canela blanquizca, variada en los últimos parajes con pequeñas manchitas obscuras”.
Costumbres y nido
En cuanto a las costumbres y nido del Ynambu’i comentó Azara:
“No conozco diferencia en los sexos, por ahora nadie he visto que la críe doméstica. No sube a los árboles ni matas, ni habita los bosques, su canto es una especie de trino largo no desagradable, que se oye de lejos, lo repite muy a menudo. Vuela cuando la hostigan horizontalmente, con ruido y de modo muy semejante a la Perdiz, sin dilatarse más que esta; poco antes de levantarse anda un poco a pie con la cabeza y cuello muy elevados, cantando algunos pi pi. Si algún Halcón la atisba volando no escapa, porque le falta la advertencia de dejarse caer. Se oculta en la broza y hierbas, donde pasa la mitad del día, y por las mañanas y tardes pasea y busca su alimento. En Montevideo no se oculta tanto como en el Paraguay, contentándose regularmente con arrimarse a alguna broza. Su nido es como el de la Perdiz roja, y casi se reduce a solo el suelo. En él deposita como cinco huevos morados por enero, según dicen, cuyos pollos siguen a la madre luego que salen del cascarón, y vuelan cuando tienen la cuarta parte de su volumen. Su principal alimento creo que sea más bien gusanos y semillas, pues que hace dos días que tengo la que describo en mi cuarto suelta, donde no ha querido comer maíz entero, y aún del quebrantado veo que hace tan poco caso, que creo morirá de hambre. Come mucho el trigo. (…) Don Santiago Gómez, hijo de Buenos Aires, me asegura que comen mucho el trigo, y que cuando lo siembran acuden al campo a comer el que no ocultó el arado, y también a escarbarlo, y añade que alguna vez las ha visto en las casas, pero que jamás se hace doméstica, y que los hijos se separan de la madre casi desde que nacen. Don Juan Antonio Zavala puso dos huevos morados de esta ave a una Gallina, y desde el momento que salieron se huyeron de la Gallina, sin formar sociedad con los pollos, ni entre sí, ni con la madrastra, y así perecieron luego”.
En sus Apuntamientos agregó:
“Canta todo el año un trino largo, melancólico y no desagradable, repitiéndolo con frecuencia, y se oye de lejos. Pone 6 u 8 huevos morados en todo semejantes a los del precedente, aunque más obscuros, y sus ejes de dieciocho y trece líneas. Habita únicamente los campos, no bebe aún en la esclavitud, y su carne es mediana. Nunca se encuentra a la madre con los pollos, en banda, ni familia, ni a los amantes muy inmediatos. Si se coge joven vive en las casas sin reconocer al dueño, y se escapa si hay campo inmediato. No se oculta tanto como el precedente; y cuando le atisban los pájaros de rapiña, rara vez se escapa; porque si vuela, no tiene la advertencia de dejarse caer, y le pillan en el aire; y si no vuela, lo más que hace es agacharse contra alguna matilla de paja, y a veces en lo más descubierto. Pero si ve de lejos al enemigo, se suele introducir en la broza y salvar la vida”.