La pérdida del hielo polar en forma de icebergs que luego se derriten es un proceso natural, pero el calentamiento global contribuye a acelerarlo, según los científicos.
En junio de 2017, el témpano bautizado A68 se separó de la plataforma de hielo, Larsen C, al este de la península antártica.
Este gigante medía 5.800 kilómetros cuadrados, el doble que Luxemburgo, y era el sexto mayor jamás detectado, según el estudio de la revista Remote Sensing of Environment.
Luego de dos años en las aguas frías del mar de Weddell, comenzó a derivar hacia el norte, adentrándose en el Atlántico, donde termino de derretirse cerca de la Isla Georgia del Sur en la primavera austral de 2021.
Lea más: Gravedad cero no solo para millonarios
En el otoño de 2020, el iceberg se había acercado peligrosamente a esa isla, haciendo temer que el bloque de hielo encallara, bloqueando el paso a las colonias de pingüinos y focas.
A68 finalmente no encalló, pero ahora los investigadores, que han seguido todas las etapas de su periplo, se preguntan sobre el impacto del derretimiento en la cadena alimenticia.
El estudio destaca en particular que este volumen de agua, vertida en un mar donde se alimentan focas, aves y ballenas, podría haber afectado “las propiedades del agua y del plancton” .
Es aún más importante estudiar este impacto ya que A68 “ha tomado un camino clásico” , señala Anne Braakmann-Folgmann. “Esperamos aprender más sobre los icebergs que toman la misma trayectoria y cómo influyen en los océanos polares” .