En Bahía Inglesa, una pequeña cala donde el agua del Pacífico penetra la costa chilena, uno camina sobre arena y huesos. Es fácil desenterrar fémures de pingüino o encontrar vértebras de cetáceos. Se trata de uno de los puntos calientes de fósiles de la desértica región de Atacama, a más de 800 kilómetros de Santiago.
"Aquí tenemos uno de los mayores volúmenes paleontológicos del mundo. Muchos restos no son tan relevantes, pero otros son un verdadero tesoro de relieve mundial", explicó a Efe el arqueólogo Pablo Quilodrán desde el Parque Paleontológico de Los Dedos.
En la década de 1980, huesos que en otra parte del mundo eran expuestos en prestigiosos museos, en Chile eran usados por los artesanos para hacer piezas de colección, agregó el experto, que lidera la Corporación para la Investigación y Avance de la Paleontología de Atacama (Ciahn).
En esta zona se han encontrado los restos de un pelagornis, el ave extinta más grande identificada hasta ahora; partes de un perezoso marino único en el mundo, e incontables dientes de megalodón, un tiburón ancestral.
EL DESIERTO, UNA MÁQUINA DEL TIEMPO
Entre las curvas de la carretera Panamericana, que serpentea el continente de norte a sur, se encuentra Cerro Ballena, una pequeña loma que debe su nombre al descubrimiento de decenas de fósiles de este cetáceo en un inédito estado de conservación.
Una empresa de construcción que iba a ampliar un tramo particular de la carretera, vital para el transporte de materiales y equipos para la minería -el principal pilar económico de Chile- encontró en 2010 los restos de más de 40 ejemplares.
El hallazgo llamó la atención del Instituto Smithsonian, de Estados Unidos, y científicos de todo el mundo vinieron a Chile a apreciar este "cementerio de cetáceos en medio del desierto", relató a Efe Osvaldo Rojas, director del Museo de Historia Natural de Calama.
"Todavía no están claras las razones, pero se cree que las corrientes marinas hacían de esta bahía una zona muy atractiva para la fauna marina que habitó el lugar a fines del Mioceno, hace 7 millones de años", señaló a Efe Rodrigo Otero, paleontólogo de la Universidad de Chile.
Además, este desierto, donde también se encontraron las momias más antiguas del mundo -las de la cultura Chinchorro-, es la zona no polar más seca del mundo, "una condición única que contribuye a que los restos se conserven en buen estado durante mucho tiempo".
El último gran hallazgo fue un tipo de pterosaurio del Jurásico conocido como "dragón volador", de hace 160 millones de años, famoso por su cola puntiaguda con forma de rombo e identificado este año.
"Nunca se había encontrado algo así en Latinoamérica ni en todo Gondwana -continente antes conformado por territorios como Suramérica, Antártica, África, Madagascar, India y Australia-", señaló el académico.
PRIMEROS PASOS HACIA EL RECONOCIMIENTO
La comunidad local del desierto de Atacama, recordada por la tragedia en la que 33 mineros se quedaron atrapados en 2010, lleva años tratando de reivindicar el patrimonio paleontológico de la zona, que poco a poco se ha ido ganando el reconocimiento de la comunidad internacional.
"Durante años permanecimos en el olvido, por detrás de Argentina. Ahora estamos recién despegando y valorando nuestros valiosos descubrimientos", expresó Rojas a Efe.
La falta de especialistas en la materia y de financiamiento de los museos paleontológicos de la región, hasta ahora gestionados de forma precaria por los municipios, son algunas de la causas de este rezago, según los expertos.
“Desenmascarar el origen de la vida debe ser una prioridad -concluyó Rojas- Si no conocemos nuestro pasado es poco lo que podemos mirar hacia el futuro”.