El estudio que publica Science y está firmado por científicos del Instituto Karolinska (Suecia), indica que se puede estimular a las células madre para que formen grandes cantidades de nuevos oligodendrocitos, que son esenciales para la capacidad de las neuronas de transmitir señales.
La médula espinal transmite señales del cerebro al resto del cuerpo y la lesión de la médula espinal suele provocar cierto grado de parálisis, ya que algunas fibras nerviosas se cortan y otras, aunque están intactas, funcionan con menos eficacia.
Este deterioro de la función suele ser causado por la pérdida de oligodendrocitos, un tipo de célula aislante que facilita la señalización neuronal, explica el Instituto Karolinska.
En muchos órganos, el tejido dañado puede ser reparado por las células madre que crean los tipos de células que se han perdido.
Sin embargo, en la médula espinal adulta y después de una lesión estas dan lugar principalmente a células formadoras de cicatrices, que limita la extensión del daño, pero no contribuye a la sustitución de las células perdidas.
Los investigadores caracterizaron las células madre de la médula espinal a nivel genético en ratones, y descubrieron que el ADN de las células madre era receptivo a las señales que estimulan la formación de nuevos oligodendrocitos.
El equipo descubrió que las células madre de la médula espina no están limitadas a formar tejido de cicatrización y exploraron cómo podían llevarlas hacia otra dirección, para que formaran también células que contribuyeran a la reparación, explicó el primer autor del estudio, Enric Llorens-Bobadilla, del Karolinska.
Al controlar qué genes se activaron en las células madre, los investigadores pudieron estimular una abundante generación de nuevos oligodendrocitos, lo que condujo a una mejora de la función de las fibras nerviosas en la médula espinal dañada.
Aunque los estudios se hicieron en ratones y “no son directamente traducibles a los humanos, indican una estrategia conceptualmente nueva para estimular la reparación después de un daño en el sistema nervioso”, según el investigador principal Jonas Frisén.