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El término se remonta a la época en que traían esclavos africanos en las bodegas de los barcos y también se refiere al tiempo en que viajaban los primeros inmigrantes. La cantidad de personas en un navío, el cansancio, muchas veces sumado con la incertidumbre, los días que pasan y el movimiento de las olas del mar, producía este mal –malhumor– al que tradicionalmente se le bautizó así. Inclusive, dicen que muchas veces estas expediciones arribaban a destino con un alto índice de mortandad en su transcurso.
Actualmente casi no viajamos en barco, a menos que te tomes un crucero. Sin embargo, el mal se trasladó a diferentes situaciones diarias donde se dan las mismas características: sensación de invasión, pérdida de confort, que nos lleva al malhumor y a las ganas de matar a alguien… aunque obviamente no podemos “matar a alguien” pero hay que reconocer cuántas veces, por hacer catarsis, nos imaginamos un buen guión de terror donde fluye mucha sangre!
Esta situación se suele dar en el lugar de trabajo con la llegada de nuevos compañeros o jefes y la presión de tener que adaptarnos rápidamente. También en la casa, por ejemplo cuando aparecen vecinos nuevos. Todo necesita un proceso de adaptación que puede ser bastante traumático.
Pero en general, donde se experimenta más tendencia a sufrir un grandísimo mal de barco en estos días, es cuando nos tomamos unas vacaciones. En bici, en auto, en avión. Con la familia, amigos, pareja o ere eréa. Muchas veces somos reacios a la rápida necesidad de adaptación, nos cuesta salir de la zona de confort o ponernos en el zapato del otro, o simplemente la otra persona no nos cae, así “de piel” nomás es el problema. Alguno de estos aspectos no suele ser bien digerido y se produce un mal de barco total!
En la familia, en una excursión o con l@s parej@s, ya sean nuev@s o de un tiempo atrás. Entre amigos, cuando no compartimos los mismos gustos o vienen colados amigos de los amigos, a quienes no conocíamos y con quienes no sabemos qué compartir.
Me pasó que unos años atrás íbamos a viajar en familia (cinco personas) por dos semanas en donde pensábamos intercalar casa rodante, camioneta y hotel. Resultado: a los quince días no podíamos ni siquiera caminar en el mismo lado de la vereda. El poco espacio, el cansancio y la falta de privacidad por un término de tiempo relativamente extenso, produjeron en nosotros un malestar general, en grandes y chicos.
Se puede optar por otra modalidad de viaje que es cuando viajan todos juntos pero cada uno hace lo que quiere por su cuenta. Como aparece en los itinerarios de viaje: “tarde libre para actividades individuales”. Tal vez podría ser más sano y contribuir a la tranquilidad emocional, pero no suele ser tan divertido como las vacaciones en grupo.
En estas vacaciones pasadas me lancé a un viaje organizado en pocas horas y que podría haber tenido una alta probabilidad de mal de barco. Como iba a ser por poco tiempo, me arriesgué (además, porque iba a ser mi única chance de viaje durante el verano). ¡Resultó fantástico! Factores a favor: pocos días, intereses comunes, nos conocíamos bastante bien y sabíamos qué esperar del otro, el destino que elegimos también jugó un papel importante (nos gustó mucho a todos), respeto a lo que cada uno proponía y (muy importante) ninguno tenía problemas en comer una cosa u otra.
La próxima vez, mejor tené en cuenta que antes de emprender unas vacaciones en grupo, es necesario preguntarse si les da igual cenar sentados en un restaurante o en el piso comiendo papas fritas con Coca.
Si no estás seguro, mejor seguí la recomendación de Madonna: tómense un día libre entre todos… podría ser una excelente prueba piloto!