La mayoría cartista en la Cámara de Diputados está a un paso de concretar la destitución del intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto (Yo Creo), cuya administración fue intervenida tras un sugestivo e inédito pedido de la Contraloría General de la República.
Probablemente el acuerdo entre Santiago Peña, por un lado, y Horacio Cartes y su equipo, por el otro, tras ganar las elecciones, fue claro: el novel neocolorado les habrá dicho: “Ok, ustedes gobiernen, hagan lo que deban hacer, y yo me dedico a hacer dinero, mucho dinero, negocios con el Estado, privilegios para parientes y empresarios amigos. De paso, viajo por el mundo recibiendo el trato del Presidente que voy a ser”.
Probablemente el acuerdo entre Santiago Peña por un lado y Horacio Cartes y su equipo por el otro, tras ganar las elecciones, fue claro: el novel neocolorado les habrá dicho: “ok, ustedes gobiernen, hagan lo que deban hacer, y yo me dedico a hacer dinero, mucho dinero, negocios con el Estado, privilegios para parientes y empresarios amigos. De paso, viajo por el mundo recibiendo el trato del presidente que voy a ser”.
Transcurridos casi dos años de gobierno, el cartismo, como era esperable, no ha llenado las expectativas ciudadanas. No logran instalar eso de que “estemos mejor”, como prometieron en la campaña electoral y los intentos por demostrarlo, mandando al frente a sus “soldados”, como la diputada Rocío Abed, solo hacen que caigan en el ridículo, por la falta de argumentos fácticos, racionales y linguísticos.
Para Honor Colorado (cartismo), el caso Miguel Prieto (YoCreo), intendente apartado de Ciudad del Este, está claro: lo van a destituir con su mayoría en la Cámara de Diputados, encuentren o no razones contundentes para hacerlo. Si pueden, inclusive lo meterán preso.
El presidente Santiago Peña dijo al menos una verdad en su reciente informe de gestión y lo hizo antes de comenzar a leerlo: que los hurreros y los beneficiados por este gobierno lo aplaudirían, los opositores lo criticarían y la prensa diría al día siguiente que pintó un país de maravillas.
Desde antes de la caída de la dictadura stronista, la dirigencia del Partido Colorado viene haciendo la misma jugada: Dos bandos internos se enfrentan gua’u (supuestamente), se acusan de todo y, una vez que ganan las elecciones, se reparten espacios de poder, dando también algunas migajas a representantes de la oposición.