Esta semana dijeron que quienes se zambulleron y nadaron en la cloaca secreta entre la Corte Suprema y el Presidente de la República fueron SEIS. No es cierto. Serían SIETE, porque hay que incluir y contar al dueño de casa, el titular del Poder Ejecutivo, Santiago Peña.
Pasar sobre dos estúpidas lomadas en el medio de la nada y sobre la ecovía Luque/Sanber nos hizo aterrizar en algo que desconocíamos: la mansión de Santiago Peña ubicada en Ciervo Cuá, en el contrafrente de un local VIP de eventos especiales. Todo lo que vino después, nadie lo imaginaba.
Al teniente coronel Guillermo Moral lo asesinaron. Vio a sus verdugos, como antes vio a otros cuando un año atrás también intentaron matarlo. Pese a todo, el 10 de junio pasado acudió al Palacio de Justicia como testigo contra su superior y la esposa de éste, acusados de ingresar un celular para Miguel Ángel Insfrán, Tío Rico.
Exigen foto de los dólares que estaban en un sobre en Mburuvicha Róga. Ya anunciaron que si aparece la foto, pedirán después la pericia. Y si la pericia confirmara que la foto es auténtica, es posible que califiquen la pericia, el celular, o ambos, manipulados.
Si el reproche ciudadano es que Santiago preside pero Horacio manda, sus defensores lo redujeron esta semana a un pelele incapaz de controlar su propia casa. Acusaron a la cocinera Luz Candado de montar un clan en Mburuvicha Róga con privilegios pagados por los impuestos. Si eso fue así, Peña lo firmó. La conclusión es brutal: hasta la doméstica manda más que el presidente. Exigir explicaciones a una cocinera y blindar al presidente es una miserabilidad, y las denuncias son graves para esquivarlas:
