Señor Presidente: Nunca me costó tanto moderar las palabras como en este domingo. La voz de Aldo Zuccolillo resonó en cada párrafo: “no escribir con rabia”. Según él, las palabras rabiosas hablan más de quien las escribe que de quien las recibe. Pero con usted, practicar esto, después de escucharlo hablar esta semana sobre las jubilaciones de la gente y las jubilaciones de los privilegiados, es difícil. Dolorosamente imposible.
¿Qué tienen en común Óscar “Nenecho” Rodríguez y Óscar Boidanich? Que ambos fueron peones sacrificados en el tablero de ajedrez del cartismo. Piezas desechables para proteger los caprichos del Rey y sus bufones. Fueron útiles, serviles, incondicionales… hasta que dejaron de serlo. Entonces les soltaron la mano sin pestañear.
“Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie que hablara en mi nombre”.
El día en que ocupemos la misma cantidad de tiempo, horas, letras, espacio y redes sociales que hemos usado para hablar de la vida húmeda de Santiago Peña versus la integridad pública de sus actos en el ejercicio de la administración del Estado paraguayo, es posible que auténticamente se cumpla aquello de que vamos a estar mejor.

El clima, los manjares, el paisaje y las peñas. Salta es la tierra de la amplitud térmica, de las empanadas, locros y muchos vinos. En esta segunda parte de nuestro viaje a la ciudad que con justicia es sinónimo de La Linda les presentamos más de nuestra experiencia para el deleite.