El Paraguay es un país de contrastes sorprendentes. Hay barrios de Asunción recargados de lujosas torres habitacionales (la mayoría vacías), y calles cruzadas por vehículos de altísima gama. Un paraíso. Y más allá, el reino de las letrinas y los ómnibus chatarras. Hoy tenemos una ley que eliminará las letrinas en las escuelas públicas. Faltaría una que extermine las chatarras de los transportistas impúdicos.
Una condición esencial para ser político es desarrollar la capacidad de simular. Y simular, según el sabio diccionario de María Moliner, es “hacer aparecer que existe una cosa que no existe”. Un acto de simulación se dio en el llamado Foro Madrid, donde don Santiago Peña afirmó que el Paraguay es un “bastión moral de la región”. Hizo aparecer que existe algo que no existe.
Parece que el vicario de la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Itauguá, padre Cirilo Vázquez, tenía en su interior un hartazgo supremo que le mortificaba y que pugnaba por salírsele a la palestra. Y en una homilía fulminó al señor Hércules Pedro Lorenzo Alliana con epítetos del calibre de “bandido y sinvergüenza”. Es infrecuente que traten así, en una misa, al vicepresidente de la República.
En cualquier competencia de la vida la conjunción de odio, ira y arrogancia expone la debilidad aguda en quien los siente. Ese cóctel de pasiones apaga el entendimiento propio y otorga ventajas al contrincante para defenderse y atacar con éxito. Miguel Prieto era una figura local arrinconada en el Este. Hoy, por la furia del Quincho, se convirtió en político nacional.
El 29 de mayo se inaugurará la Feria Internacional del Libro (FIL) Asunción 2025. Serán 10 días de intensos encuentros entre la ciudadanía y la lectura. Un oasis cultural en medio de tanta barbarie que sufrimos en nuestro país, especialmente en el ámbito político.
Días atrás, un joven asaltante de 18 años de edad, baleado por su propia víctima, fue despedido en el Cementerio del Sur como un héroe, entre vítores, petardos y disparos de armas de fuego. Poco después, docentes de Derecho UNA homenajearon a un exministro de la Corte Suprema que había sido condenado por coimero. Dos muestras puntuales del despeño moral de nuestra sociedad.
Ayer, 26 de abril, se cumplieron 20 años del fallecimiento de Augusto Roa Bastos, ocurrido en el 2005, en coincidencia con el Día del Periodista. Una casualidad notable, pues don Augusto fue esencialmente periodista y en esa condición sufrió su primer destierro en 1947, año de peligros supremos, incluida una sanguinaria guerra civil.
Una república llega al abismo más profundo cuando la Justicia se constituye más en una amenaza que en una protección para la ciudadanía. Cuando predominan magistrados venales y una Corte Suprema que acude a la palangana de Pilatos cada vez que debe resolver quién es justo y quién no, si la decisión afecta al poder. Como en aquel célebre juicio, Barrabás estaría muy tranquilo en el Paraguay.