El deporte brindó tantas alegrías al pueblo y puso la cara muchas veces como imagen de nuestro país. No siempre recibió el apoyo que se merece. Hasta hoy, por ejemplo, el Estado no devolvió al básquet su escenario emblema, el Comuneros, donde Paraguay obtuvo su histórico primer título internacional en selecciones. Stroessner lo expropió en enero de hace 47 años.
Alguna vez, un colorado hizo un inocente pedido a sus correlí: ñamonda’i miéna, lo mitã. El hombre pensaba, con ingenuidad, que con robar menos alcanzaría para que el país mejorara. Viendo que en este gobierno se roba tanto o más que en los anteriores, podríamos repetir el candoroso pedido para el 2025: robad un poco menos.
El Presidente cumplió con eso de “vamos a estar mejor”, pero parcialmente: solo “ellos” están mejor. Los nepobebés, los politiqueros, los hurreros, los corruptos, los narcos, los leales al poder real. El resto espera aún que el Estado cumpla su parte en salud y educación públicas, en seguridad. Y que en el 2025 se sanee moralmente la Nación.
En el diccionario guaraní de Natalia Krivoshein y Feliciano Acosta, guarara (voz aguda, sin tilde) significa “ruido, bochinche”. A su vez, en el Diccionario del Castellano Paraguayo, de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, guarará (con tilde) denota “desorden, lío”. Un sustantivo que funciona también como adjetivo aplicable a nuestro gobierno. Un gobierno guarará.
Son fuente de sustento para miles de familias y factor importante para nuestra economía. Son las remesas, el dinero que envían los paraguayos, hombres y mujeres, que fueron al exterior a buscar la vida que aquí se les hacía difícil. Los bienaventurados de la Nación que equilibran lo que roban nuestros honorables. Sí, esos, los politiqueros, los protegidos por su propia bajeza.
Mientras la ciudadanía celebraba la proclamación de la guarania como Patrimonio Inmaterial Universal de la Humanidad, el Gobierno recibía un mazazo del “aliado” Tío Sam, por la corrupción “desenfrenada” que existe. La corrupción, patrimonio material de la barbaridad, la fomentan y la apañan los gobiernos de ayer y de hoy. No necesitamos que nos lo digan desde afuera.
“Este es un congreso eficiente. él mismo roba, él mismo investiga, él mismo se absorbe”. Este es uno de los tantos aforismos creados por Millôr Fernandes (con –s y sin tilde), célebre humorista, escritor y dramaturgo brasileño fallecido en 2012. Se me hace que este carioca, filósofo de lo cotidiano, estaba prediciendo lo que sería el Congreso del Paraguay 2024.
De nuevo, el fútbol nos une con la alegría que sabe distribuir por igual entre ricos y pobres, a derecha o izquierda, en nobles y villanos. Las últimas actuaciones y victorias de la selección paraguaya contribuyeron para desatar euforias añoradas y amenguar la bronca ciudadana ante tantas aberraciones políticas. Hoy los políticos, para sentir algún aliento popular, se prenden al encanto albirrojo y al de su entrenador.
El XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que incluye a la RAE, me dio la oportunidad de conocer Quito, a la que en 1978 la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad. A su imponente belleza natural, la capital ecuatoriana suma la portentosa intervención humana que le dio una identidad cultural celosamente preservada a lo largo de los siglos. Su centro histórico es conmovedoramente hermoso. Al verlo, recordé su contracara asuncena derrumbándose inexorablemente, efecto de la desidia, la ignorancia y la corrupción.
No hay necesidad de aclarar que existen excepciones. Se sabe. En el Paraguay, el político es un ser inmejorablemente inútil a los fines de servir a la ciudadanía. Pero convengamos que saca enorme provecho de su inutilidad. Por lo demás, político es aquel que roba sin que se le pueda probar el robo. Y no se le puede probar el robo porque es político. La política lo blinda. Esto es lo que se puede dar en llamar la lógica del chipá argolla. Redondita la cosa.