Días atrás, un joven asaltante de 18 años de edad, baleado por su propia víctima, fue despedido en el Cementerio del Sur como un héroe, entre vítores, petardos y disparos de armas de fuego. Poco después, docentes de Derecho UNA homenajearon a un exministro de la Corte Suprema que había sido condenado por coimero. Dos muestras puntuales del despeño moral de nuestra sociedad.
Ayer, 26 de abril, se cumplieron 20 años del fallecimiento de Augusto Roa Bastos, ocurrido en el 2005, en coincidencia con el Día del Periodista. Una casualidad notable, pues don Augusto fue esencialmente periodista y en esa condición sufrió su primer destierro en 1947, año de peligros supremos, incluida una sanguinaria guerra civil.
Una república llega al abismo más profundo cuando la Justicia se constituye más en una amenaza que en una protección para la ciudadanía. Cuando predominan magistrados venales y una Corte Suprema que acude a la palangana de Pilatos cada vez que debe resolver quién es justo y quién no, si la decisión afecta al poder. Como en aquel célebre juicio, Barrabás estaría muy tranquilo en el Paraguay.
Un viejo aforismo dice que hay muchas leyes, pero poca justicia. Esto le calza a nuestro país, donde la inseguridad jurídica es endémica. En el caso Rodrigo Quintana, por ejemplo, se juzga a una sola persona, supuesto autor material, cuando lo esencial es quién ordenó el asalto al PLRA.Y en la mafia de los pagarés hay leyes que protegen a los delincuentes, y nada de justicia para las víctimas.
“Horacio, vos sabés que se roba en las licitaciones (…). Así que dejate de joder con que tu gobierno es honesto”. Esto no lo dijo un opositor panfletario. Lo dijo Juan Carlos Galaverna en 2017, tiempo en que adhería a Abdo y condenaba al presidente Cartes. Si cambiara el “Horacio” por “Santiago”, supongo que la reprimenda galaverniana tendría hoy incuestionable vigencia.
En medio de un analfabetismo funcional que crece sin freno, ante la pobreza cada vez mayor en el lenguaje de jóvenes y adultos, las autoridades educativas andan más preocupadas por el kure caldo y la justificación de las sillas que enriquecerán a los muchachos del poder. Hasta se ocupan de usar a niños para darle las gracias al “señor presidente Santiago Peña”, en un arrebato patéticamente ruin.
Un Partido Colorado sin corruptos, un PLRA sin vendidos, Cruzada Nacional sin tránsfugas serían como Tarzán sin Chita. Incompletos, impensables, imposibles. Tarzán sin Chita tiene también una aplicación retórica para las licitaciones sin coimas. No existen tales. En toda licitación hay acomodos en pliegos para los compinches y se preestablecen copiosas propinas para la corona y los muchachos. La corrupción es una condición inherente al poder.
Con patriotismo épico, Justo Zacarías, director de Itaipú, pensó: los niños merecen los mejores pupitres del mundo; los compraré de China. Buscó un chino que le vendiera los muebles. En CDE encontró a Long Jiang, pero vendía sábanas. Y con ayuda del mago Li Fu-chan, lo convirtió en mueblero. He aquí el relato para los libros del MEC.
Al negarle el voto para secretario general de la OEA al candidato paraguayo, la región le dio un portazo a nuestro gobierno. Éste no le genera confianza. Mientras, entre tantas desvergüenzas, Itaipú traicionó a la industria nacional: adjudicó un contrato de casi 35 millones de dólares, para proveer muebles escolares, a la firma china Kamamya, que fabrica edredones y frazadas en Ciudad del Este. Un fantástico cuento chino de Zacarías Irún.