Qué mucha indignación vimos de las autoridades actuales, y miembros de todos los partidos, pero principalmente del partido de gobierno, al criticar la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Pero como la coherencia tampoco es una característica del gobierno, se puede rememorar que los fuertes comunicados y firmes posturas de la última semana contra la asunción del venezolano comenzaron con un raro flirteo de Santiago Peña hacia dicho gobierno durante la campaña y al principio de su mandato.
Un gesto lleno de creatividad y ternura conquistó las redes sociales: un niño decidió colocar un aire acondicionado en el pesebre de su casa para que la Sagrada Familia no pase calor durante las altas temperaturas. Leé en la nota los detalles de esta emotiva historia.
Para esta historia es necesario subirnos a la máquina del tiempo y retroceder unos 27 años, para ser más precisos a noviembre de 1997 en la cálida Asunción. El protagonista es un ilustre visitante español que llevaba más de 17 años como magistrado, contando con apenas 42 años de edad, y ya había sentenciado a centenares de terroristas, así como a decenas de narcotraficantes y delincuentes financieros.
“Otro caso de alumnos sin colación”, “Estudiantes no podrán viajar porque desapareció la plata”, decían algunos títulos de los medios. Ellos y los que apropian de las cosas ajenas en cualquier lugar son como la sidra, el pan dulce y lo otro que evitaremos decir para no abrir viejas heridas, un clásico de fin de año.
Es diciembre, se escucha en las bocinas del tránsito de nuestra ciudad, se siente en la velocidad que corre por las rutas del país, en la falta de tiempo por los miles de compromisos asumidos y despedidas de año programadas, siempre parece que se hace complicado llegar tranquilos a las fiestas de fin de año. El día a día se siente como el pulso acelerado de un día caminando bajo el sol del último mes del año en Paraguay.
Uno de los capítulos más oscuros de toda nuestra historia fue sin ninguna duda cuando en 1869 el Ejército Aliado tomó Asunción. En ese entonces nada se salvó de la rapiña y la destrucción. Algo parecido a lo que vemos aún hoy, más de 150 años después, en los cementerios municipales.
Comenzaba el fin de semana, en medio de innumerables festejos, salidas y el cansancio acumulado, el timbre sonaba insistentemente. En tiempos donde ya muy poca gente llega sin hablarlo antes por mensaje, eso es raro. Al salir puedo ver a esta señora que sin duda estaba más cansada que yo, ella recorría en zapatillas vendiendo dulces y caramelos que casi nadie necesita.