El cambio de camisetas es una costumbre común en el fútbol. Anteriormente, se generaba un escándalo momentáneo cuando un futbolista pasaba a las filas del tradicional rival, pero la profesionalización del deporte calmó un poco más esa reacción. Un ambiente parecido, pero menos digno, al de los que fueron votados como alternativa, pero se acomodan a las antiguas costumbres cuando apenas prueban el poder.
Ladislao Kubala fue un futbolista y entrenador extraordinario. Y aunque poco se hable de él, muchos afirman que durante su trabajo en la Selección Paraguaya se gestó una nueva mentalidad en los futbolistas nacionales, los mismos que después de 12 años lograron volver a un mundial en 1998.
No existe institución política que se jacte más de su ejercicio democrático que el Partido Colorado, sus miembros en diferentes épocas siempre se engalanaron del discurso de que la voluntad popular es lo más importante porque brinda legitimidad a un gobierno o institución.
Después de conocer a diferentes tipos de negacionistas, como los antivacunas, los que aseguran que el cambio climático es un invento y los terraplanistas, ahora nos sorprendió un nuevo grupo que trata de negar lo evidente, los negacionistas del abucheo a las autoridades.
Demasiadas son las veces que leímos y escuchamos de los ciudadanos sobre la falta de medicamentos en los hospitales públicos. No es tan difícil de comprobar el sentir, basta con visitar los pasillos de algunos de los centros más requeridos y escuchar a los pacientes.
Hace un poco más de dos décadas el periodismo digital mostraba por medio de pantallas de computadoras que la información podía competir en inmediatez con la radio o la televisión. El texto breve de “último momento” fue la bandera que comenzaba a marcar la agenda de todos los medios con el firme sostenimiento del diario impreso.
“Me dijeron que en el Reino del Revés nadie baila con los pies. Que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres”, dice una estrofa de la canción de María Elena Walsh. Si bien tiene una letra infantil que describe situaciones absurdas, parece desvelar -al paso del tiempo- certeramente a un país muy conocido por todos nosotros.
Cuando un estudiante preguntó a la antropóloga estadounidense Margaret Mead (1901-1978) ¿Cuál fue el primer signo de civilización en la historia? Se barajaban muchas respuestas posibles, pero los presentes no se imaginaban la clase magistral que les brindaría a continuación.