El 24 de octubre finalizó la 16ª cumbre de los BRICS en la ciudad rusa de Kazán. Esta fue la primera cumbre de la asociación en un formato ampliado que consta de 10 estados (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, así como los nuevos miembros: Irán, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita). Además, en la reunión se aprobó la institución de socios del BRICS: en los primeros 13 países en esta calidad se conviertieron Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Vietnam, Indonesia, Kazajstán, Cuba, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda y Uzbekistán.
En ocasión de nuestra fiesta nacional, el Día de Rusia, me gustaría hablar sobre la visión rusa de los eventos en el mundo, sobre su posición especial en los asuntos internacionales y su papel único en los procesos históricos globales.
Hace un año Rusia tomó la difícil decisión de lanzar una operación militar especial en Ucrania. Repasamos reiteradamente las razones de tal decisión, incluso en las páginas de este ilustre diario. Creo que un lector reflexivo e interesado en la política internacional llegó a la conclusión de que la crisis de Ucrania fue causada principalmente por una amenaza a los intereses vitales de seguridad nacional de Rusia debido a la expansión de la OTAN hacia el este, el despliegue de la infraestructura militar de este bloque cerca de las fronteras rusas y su deseo de convertir a Ucrania en una “anti-Rusia”. Hoy sería oportuno señalar algunos de los resultados de esta crisis y las importantes lecciones que pudimos sacar de la misma.
El mundo moderno atraviesa un periodo de cambios profundos: se está formando un sistema multipolar de relaciones internacionales. Están surgiendo nuevos centros de crecimiento económico, poder financiero y militar que tienen un gran impacto en los procesos globales. Rusia representa uno de tales centros.