Especialistas del área sostienen que el acceso a una buena nutrición no debe ser un privilegio, sino una oportunidad para todos y sostienen que comer sano no necesariamente implica gastar más, sino aprender a planificar, elegir alimentos frescos y equilibrar la dieta con educación y responsabilidad.
La nutricionista Carolina Sosky, directora de la clínica Mylife, en diálogo con ABC Negocios afirmó que “el problema no es el precio de los alimentos, sino la falta de organización, educación y prioridades”.
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Costo semanal de una dieta: G. 250.000 y G. 400.000
Según la especialista, una alimentación equilibrada puede oscilar entre G. 250.000 y G. 400.000 por persona a la semana, incluyendo proteínas magras, frutas, verduras, cereales integrales y lácteos. Sin embargo, ese gasto puede reducirse hasta un 30% si se aplican estrategias simples como comprar por kilo, elegir productos de temporada y organizar menús semanales.
“Comer sano no es un lujo, es una habilidad que se entrena. Cuando se vuelve hábito, no solo se ahorra dinero, sino también salud a largo plazo”, subrayó Sosky.
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El gasto invisible: delivery y ultraprocesados
Sosky advirtió que gran parte del presupuesto se destina a productos ultraprocesados, bebidas azucaradas y comidas rápidas, lo que eleva el gasto sin aportar valor nutricional.“Cuando las personas reorganizan ese dinero y lo destinan a alimentos frescos, logran una dieta más nutritiva sin aumentar los costos”, explica.
Además, existe un componente cultural: se asocia lo saludable con lo “gourmet” o “importado”, cuando los alimentos más nutritivos y accesibles están en los mercados locales. Huevos, legumbres, frutas, verduras y granos son la base de una buena alimentación.
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G. 10 a 30 millones en cirugía vs. menos del 10% en nutrición
Muchas personas eligen cirugías estéticas antes que cambiar sus hábitos. “Buscan resultados rápidos sin abordar las causas del desequilibrio. Una cirugía puede modificar el cuerpo, pero no cambia los hábitos que lo construyen”.
Mientras una liposucción o abdominoplastia puede costar entre G. 10 y 30 millones, invertir en un plan nutricional personalizado representa menos del 10% de ese monto y ofrece resultados sostenibles.
“La cirugía puede ser una herramienta, pero nunca debe reemplazar el proceso de transformación que empieza en la alimentación y el estilo de vida”, enfatizó.
Perfil de pacientes: 70% mujeres y 30% hombres
En la clínica, el grupo más numeroso de pacientes está entre 30 y 55 años, etapa en la que aparecen signos de desbalance metabólico: cansancio crónico, dificultad para bajar de peso e insomnio.Las consultas son 70% mujeres y 30% hombres, aunque cada vez más varones se acercan interesados en mejorar su rendimiento físico y mental. “Hay un cambio positivo: los hombres ya no asocian la nutrición solo con estética, sino con salud y productividad”, comenta.
Efecto verano: auge entre septiembre y diciembre
Entre septiembre y diciembre se registra un aumento de la demanda de planes alimentarios, fenómeno que Sosky llama “efecto verano”. Sin embargo, nota una evolución: “Cada vez más personas buscan bienestar integral durante todo el año. Ya no se trata solo de verse bien, sino de sentirse bien y rendir mejor”.
La nutricionista criticó la idea de que comer saludable implica comprar “superfoods” o suplementos importados. “Son costosos porque responden más al marketing que a la necesidad real”, señaló.Los alimentos locales —como el huevo, la avena, las legumbres o las frutas de estación— “tienen igual o mayor valor nutricional y son mucho más accesibles”, expresó.
El boom de los suplementos: G. 3.000 por día impulsa un mercado en expansión
En un contexto donde las rutinas aceleradas y el estrés cotidiano dificultan mantener una dieta equilibrada, los suplementos nutricionales ganan protagonismo como aliados para reforzar la alimentación y prevenir deficiencias. “Muchas veces, la rutina impide una dieta balanceada, y esto puede traer consecuencias. Los suplementos ayudan a cubrir esas carencias”, explicó Federico Neild, gerente general de Laboratorios Bagó del Paraguay SA.
El mercado, que tradicionalmente se enfocaba en atletas y personas con alto rendimiento físico, experimentó un crecimiento sostenido a partir de la pandemia, impulsado por la búsqueda de productos que fortalezcan la inmunidad. Según Neild, este cambio marcó una nueva etapa en el consumo: “Durante la pandemia, el interés se disparó. Hoy el consumidor busca soluciones que se adapten a sus necesidades específicas”.
Indicó que entre los suplementos más demandados figuran el calcio, el omega 3, las combinaciones para fortalecer la inmunidad, las fórmulas antifatiga y las fibras para una buena digestión. Un tratamiento mensual puede iniciarse en torno a G. 100.000, lo que equivale a una inversión diaria de poco más de G. 3.000.
Bagó diversificó su oferta con líneas que apuntan a distintos perfiles: Simple, BagóVital, Chía Bagó, Bagó+ y, próximamente, Raptor. “Cada línea está pensada para un tipo de consumidor. La idea es ofrecer productos que acompañen estilos de vida diferentes, pero con la misma garantía de calidad”, subrayó Neild.
