Las plantas más antiguas del mundo: secretos de su longevidad y resiliencia

Welwitschia (Welwitschia mirabilis) en el desierto de Namibia con una chica mirándolo.
Welwitschia (Welwitschia mirabilis) en el desierto de Namibia con una chica mirándolo.Shutterstock

Unas pocas plantas excepcionales desafían el tiempo, insistiendo en la resiliencia ecológica. Desde Pando en Utah hasta las praderas de Posidonia en el Mediterráneo, sus historias milenarias revelan lecciones vitales sobre el cambio climático y la conservación del planeta.

Un puñado de plantas repartidas por desiertos, montañas, mares y bosques templados están desafiando al tiempo. Algunas continúan vivas tras varios milenios e incluso decenas de miles de años, ya sea como individuos longevos o como colonias clonales que se autorreproducen sin interrupción.

Methuselah - El árbol vivo más antiguo de la Gran Cuenca de pino ceroso ( Pinus longaeva) en el mundo. Bosque Bristlecone Pine en las montañas blancas, al este de California, EE.UU.
Methuselah - El árbol vivo más antiguo de la Gran Cuenca de pino ceroso ( Pinus longaeva) en el mundo. Bosque Bristlecone Pine en las montañas blancas, al este de California, EE.UU.

Comprender dónde están, cómo han perdurado y de qué manera se estima su edad abre una ventana singular a la historia ambiental del planeta.

Qué significa “la planta más antigua”

La longevidad vegetal puede medirse de dos formas principales:

  • Individuos no clonales: un único organismo que se mantiene vivo durante miles de años, añadiendo tejido nuevo sobre el antiguo (por ejemplo, los pinos longevos de alta montaña).
  • Colonias clonales: un genotipo que se perpetúa al dividirse y expandirse de forma vegetativa; aunque los tallos o ramas mueran y se renueven, el organismo genético (el “individuo” clonal) puede persistir durante decenas de milenios.

Esta distinción es crucial para interpretar récords de edad y compararlos entre especies y ecosistemas.

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Cómo se fechan estos ancestros verdes

En peligro de extinción, (Fitzroya cupressoides) árbol de larga vida conifera (ciprés) nativa de las montañas de los Andes del sur de Chile y Argentina, Parque Pumalín, Patagonia, Chile.
En peligro de extinción, (Fitzroya cupressoides) árbol de larga vida conifera (ciprés) nativa de las montañas de los Andes del sur de Chile y Argentina, Parque Pumalín, Patagonia, Chile.

Los científicos emplean varias técnicas complementarias:

  • Dendrocronología: conteo de anillos de crecimiento en árboles, el estándar para individuos no clonales.
  • Datación por radiocarbono: aplicada a madera muerta asociada, raíces antiguas o sedimentos atrapados en torno a la planta.
  • Genética de poblaciones: compara el ADN de brotes separados para determinar si pertenecen al mismo clon y modelar su expansión en el tiempo.
  • Modelos de crecimiento: estiman edades de colonias a partir de tasas de extensión lateral en el sustrato (marino o terrestre).

Ningún método es universal: las estimaciones robustas suelen converger cuando varias líneas de evidencia coinciden.

Dónde están y cuánto tiempo llevan aquí

Hierba marina bajo el agua en el Mediterráneo, hierba neptune Posidonia oceanica, Riviera Francesa.
Hierba marina bajo el agua en el Mediterráneo, hierba neptune Posidonia oceanica, Riviera Francesa.
  • Mediterráneo occidental: praderas submarinas milenarias. En aguas entre Ibiza y Formentera, y en otras calas mediterráneas, se extienden clones de la fanerógama marina (Posidonia oceanica) que, según análisis genéticos y tasas de expansión, podrían alcanzar entre decenas de miles y hasta cerca de 100.000 años de antigüedad. Estas praderas estabilizan sedimentos, almacenan carbono durante siglos y crean hábitat para peces e invertebrados en uno de los mares más presionados por el turismo y el calentamiento.
  • Gran Cuenca de Norteamérica: los árboles más viejos no clonales. En las altas cumbres de California, Nevada y Utah sobreviven pinos longevos (Pinus longaeva). El individuo conocido como “Methuselah” supera los 4.800 años por conteo directo de anillos; otro ejemplar talado en 1964 (“Prometheus”) mostró miles de anillos. Estos árboles crecen extremadamente despacio, con madera densa y condiciones frías y secas que limitan plagas y descomposición.
  • Utah (EE. UU.): un bosque que es un solo árbol. Pando, una colonia de álamo temblón (Populus tremuloides) en el Bosque Nacional Fishlake, abarca más de 40 hectáreas y decenas de miles de tallos genéticamente idénticos conectados por una red de raíces. Estimaciones basadas en dinámica del clon sitúan su edad al menos en miles de años; algunas extrapolaciones la llevan a decenas de miles. Su persistencia depende del rebrote constante, hoy amenazado por herbivoría y cambios en los regímenes de fuego.
  • Desierto de Mojave (EE. UU.): un círculo de resurrección. El anillo “King Clone” de gobernadora (Larrea tridentata), cercano a Lucerne Valley, California, tiene unos 11.000–12.000 años según dataciones de sus porciones más antiguas y tasas de expansión radial. Cada tallo vive unos siglos, pero el círculo completo se regenera a medida que el centro muere y el borde externo coloniza nuevo suelo.
  • Tasmania (Australia): linajes que superan la última glaciación. En el suroeste de Tasmania, la “hiedra” de King (Lomatia tasmanica) persiste como clon estéril que se propaga por brotes; análisis de hojas fósiles genéticamente idénticas sugieren una edad superior a 40.000 años. En la misma isla, los “pinos huon” (Lagarostrobos franklinii) forman rodales clonales con individuos de varios milenios y colonias que, por continuidad genética, superan los 10.000 años.
Lagarostrobos franklinii es una especie de conífera nativa de la esquina suroeste de Tasmania, Australia.  A menudo se le conoce como pino Huon o pino Macquarie.
Lagarostrobos franklinii es una especie de conífera nativa de la esquina suroeste de Tasmania, Australia. A menudo se le conoce como pino Huon o pino Macquarie.
  • Mediterráneo y Medio Oriente: árboles monumentales de larga vida. Olivos (Olea europaea) y enebros milenarios pueblan Grecia, Italia o Líbano, con edades de 1.000–2.000 años verificadas en algunos casos mediante anillos y radiocarbono. Aunque circulan cifras mayores, la madera hueca y la regeneración de brotes hacen compleja la datación; la evidencia sólida respalda milenios, no decenas de milenios.
  • Namibia y Angola: supervivientes del desierto. La welwitschia (Welwitschia mirabilis), con solo dos hojas en crecimiento perpetuo, puede alcanzar entre 1.500 y 3.000 años. Vive en el hiperárido Namib, donde la niebla oceánica suple la escasez de lluvia. Su fisiología singular la convierte en modelo para estudiar resiliencia al calor y la sequía.
  • Andes australes: gigantes longevos y debates abiertos. En Chile y Argentina, el alerce o Fitzroya cupressoides alberga individuos con más de 3.600 años confirmados por anillos. Estimaciones recientes basadas en modelos sugieren que algunos ejemplares podrían superar los 5.000 años, pero la comunidad científica debate esas cifras hasta contar series completas y resolver incertidumbres.
  • Océano Índico oriental: la pradera clonal más grande conocida. En la bahía Shark (Australia Occidental), un clon de Posidonia australis cubre cerca de 200 km²; estudios genómicos indican que se originó hace unos 4.500 años tras un evento de duplicación cromosómica. Es un laboratorio natural de adaptación a salinidades extremas.

Qué las hace tan resistentes

Las plantas más longevas comparten rasgos ecológicos y fisiológicos: crecimiento muy lento, madera densa o tejidos recalcitrantes, climas fríos o áridos que frenan patógenos, y estrategias clonales que renuevan partes sin “morir” el individuo genético.

Creosota Bush (Larrea tridentata). Arizona.
Creosota Bush (Larrea tridentata). Arizona.

Además, muchas habitan sitios marginales con poca competencia, donde la ventaja no es crecer rápido, sino persistir.

Por qué importan hoy

Estas plantas son archivos vivientes del clima y la historia de los ecosistemas. Los anillos de árboles como los pinos longevos reconstruyen sequías y temperaturas de milenios; las praderas de Posidonia almacenan grandes reservas de carbono azul; colonias como Pando revelan cómo se sostienen las redes subterráneas de intercambio de recursos.

Un estrado de Quaking Aspen (Populus tremuloides).
Un estrado de Quaking Aspen (Populus tremuloides).

Su conservación no es un mero ejercicio de récords: el calentamiento, las olas de calor marinas, el desarrollo costero, las talas, la herbivoría y los cambios en el fuego amenazan procesos que han tardado milenios en construirse.

Un pino bristlecone (Pinus longaeva), el organismo vivo más antiguo de nuestro planeta, al atardecer, en las Montañas Blancas, California, EE. UU.
Un pino bristlecone (Pinus longaeva), el organismo vivo más antiguo de nuestro planeta, al atardecer, en las Montañas Blancas, California, EE. UU.

Proteger estos linajes —desde los fondos de Posidonia frente a Formentera hasta los pinos retorcidos de las White Mountains— es preservar capítulos enteros de la historia de la vida en la Tierra.

Dónde verlas y cómo se estudian

Olea europaea.
Olea europaea.
  • Mediterráneo occidental: reservas marinas en Baleares, costas de Córcega, Cerdeña y Grecia protegen meadows de Posidonia; investigadores usan drones, sonar y genética para mapear clones.
  • Oeste de EE. UU.: áreas protegidas como Ancient Bristlecone Pine Forest (California) y Fishlake National Forest (Utah) permiten visitar pinos longevos y el clon de álamo Pando sin salir de senderos establecidos.
  • Tasmania: parques como el Southwest National Park resguardan poblaciones de Lomatia y rodales de pino huon; el acceso está restringido para minimizar riesgos.
  • Namibia: la welwitschia es visible en rutas autorizadas cerca de Swakopmund; su monitoreo incluye sensores de humedad y estudios de flujo de savia.

La ciencia seguirá afinando edades y mecanismos de resiliencia, pero el mensaje ya es claro: algunas de las criaturas más antiguas del planeta son plantas, y siguen entre nosotros. Su supervivencia, hasta ahora medida en milenios, depende de decisiones que tomaremos en las próximas décadas.